lunes, 11 de octubre de 2010

NO SÉ CÓMO NO ME MORÍ

No sé cómo no me morí
cuando me diste tu abrazo.
Tú, canción de primavera
con tus treinta y siete años.
Yo, otoño en mis sienes grises,
sin dolor ni desengaño,
toro, roble, noche, luna,
monte, cielo, mar y nardo.
Así me bebí tu boca.
Así me comí tus labios.
Así te ofrecí mi dicha, 
sin desesperos ni llantos.
Cuando por fin nos tuvimos
aquella mañana de marzo 
las calles estaban muertas
como el mirar de un sonámbulo.
El sol se desperezaba
igual que un niño descalzo
en un cielo azul precioso
como la flor de un geranio.
 
No sé cómo no me morí
la mañana de aquel sábado.
Tú, vino dulce en mi garganta,
yo, una rama de amaranto
en tu cuerpo de amapola
y de trigales dorados.
Fui suspiro en nuestro lecho,
en la paz de nuestro cuarto,
beso, cielo, miel, gacela,
playa, tarde, sol, caballo,
gemido que hirió tu oído
cien mil veces fragmentado,
caníbal de tus silencios,
de tus tequieros callados
y por la sal de tu risa
fui el mejor de los payasos.
 
No sé cómo no me morí
aquella mañana de marzo.
 
La plenitud de Nisán
acechaba nuestras manos
entre un pan sin levadura
y vino en cristal tallado.
La perfección del amor
en nuestros besos sellado
y un futuro en nuestras sienes
de un camino enamorado.

Fuengirola, 2 de abril de 2008

 

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