sábado, 8 de marzo de 2014

EL PUENTE DE MI RÍO

EL PUENTE DE MI RÍO


Amo el reloj cuando da las siete de la mañana
y todo yo se echa a la calle para beberse el frío,
el momento en que la luz del tren
aparece por su curva de siempre…
Amo el olor del pan caliente en la tostadora
mientas se hace el café.
Amo tu silencio, ahí dormido en nuestra cama
mientras la mañana escribe una nueva historia.
Amo ese momento en que me acuesto, rendido,
y tú abres los ojos y me sonríes,
para luego dormirte de nuevo.
Amo tu presencia, tu voz, el modo en que me miras,
esa manera tuya de sorprenderme,
esa manera tuya de quererme.
Amo ser la inspiración de tus latidos
y que los míos contengan todo este amor.
Nuestros años juntos van escribiendo
nuestras páginas sin borrón alguno,
con trazos limpios y certeros.
Tener tu mano en la mía, ya de viejos,
es mi única ilusión,
seguir sintiendo tus besos
en los pliegues de mi piel ya marchita.
Nuestros paseos diarios
serán nuestra conversación,
adivinaremos siempre lo que estemos sintiendo,
lo que no hace falta expresar con palabras
porque nuestra presencia lo dirá todo.
Amo el instante en que te ví
esperándome en la estación,
cuando te subiste al tren
para hallar mi primer abrazo
y continuar juntos el viaje.
Cómo odiaba tus adioses
cada domingo por la tarde,
cómo lo penaba hasta el viernes
en que volvías de nuevo,
y tú, de qué manera llorabas por dentro.
Lo dejaste todo por tenerme siempre,
tus amigos, tu casa, tu gente…
y yo me convertí, amor,
en un árbol que florece siempre.
La felicidad avivó mi sangre
porque eres el dompedro de mi patio,
el núcleo de mi circunferencia,
el farol encendido de mi plaza,
el puente de mi río,
el remo de mi barca.
Eres el olivo de mi monte,
el poema que mis versos forma,
la línea recta de mi horizonte,
la ropa tendida de la azotea,
la veleta que no gira nunca
aunque los cuatro vientos lo ordenen,
el momento en que la lluvia cesa
tras una noche de tormenta.
Eres el vaso de cristal
que contiene mi agua,
la ráfaga de luz de mis tinieblas,
el paso de mis sandalias
en esta rectitud que tanto amamos.
Eres la canción de mi garganta,
la sombra que mi estío necesita,
la vida que da vida a mi soñarte,
la acera que mis pies desean andar.
Por ti, puedo ver
la cara que la luna oculta,
la página final de nuestra historia
que seguirá leyéndose después de nosotros.
Una historia que no tendrá final
hasta que siga vivo el útimo que nos recuerde.

Fuengirola, 8 de marzo de 2014