miércoles, 13 de octubre de 2010

LA ALTA MONTAÑA DE LA VIDA ETERNA


    Allí, en la orilla del lago llevaba horas contemplando  Yué Yi xuê Yông Shêng, que traducido significa La Alta Montaña de la Vida Eterna. Ni parpadeaba, cada músculo de su cuerpo era como un trozo de hielo que nadie pudiese quebrar. Allí llevaba horas de espaldas a los almendros que ya habían florecido. Su casa quedaba en lo alto de una colina revestida por una escalinata de mármol adornada con personajes fabulosos también de mármol. Zhi Tan Xiâng, que traducido es Rama de Sándalo, estaba triste, no lloraba, no decía nada, pero el corazón se le había partido en dos cuando advirtió en los ojos de su amada una cierta escritura de culpabilidad. Nunca había visto esa expresión en nadie y hubiera preferido morir antes de haberlo descubierto en los ojos negros de Liân Zî, que traducido significa Semilla de Loto.
    La mente del joven empezó a recordar cuando el amor se le alojó en su corazón con sólo quince años. Habían crecido juntos. Liân Zî era hija de la cocinera, ésta se presentó un día en casa pidiendo trabajo recién fallecido su esposo, con Liân Zî de la mano, aún muy pequeña. Y desde ese mismo día comenzaron a ser como hermanos. Pero aquella mañana de invierno, cuando los cerezos estaban comenzando a brotar, él se dio cuenta de que Liân Zî le había robado el corazón. Fue por una mirada suya, era una mirada sonriente, tintineante, de un brillo sobrecogedor, la que le enamoró. Ambos se hallaban jugando en el campo y ella tropezó y cayó al suelo. Cuando él la quiso ayudar para levantarla, en ese preciso instante, fue cuando se produjo aquella mirada, no era una mirada de agradecimiento, no, ni siquiera una mirada de cariño, fue algo más, fue la sensación más maravillosa que había vivido en toda su vida. Él le tocó los labios y ella bajó la mirada avergonzada, y de pronto salió corriendo riendo a carcajadas hasta la casa. Él se quedó allí inmóvil contemplándola y miró hacia aquella imponente montaña de nieves perpetuas. Por fin pudo comprender el significado de que aquella montaña estuviera precisamente en aquel lugar, porque en ese mismo momento él sintió muy adentro aquel recién nacido amor y se le antojó que sería eterno, sería la verdad más maravillosa que nunca más experimentaría.
    Aquella mañana había amanecido fría. Unos ánades nadaban apaciblemente en las quietas aguas del lago. Fue lo único que acaparó su atención y por fin comenzó a regresar a su casa. Sus ojos estaban muertos, sin luz. El hastío maquillaba su rostro como una careta cruel que alguien le obligara a llevar. De pronto una primera lágrima comenzó a brotar y cayó de rodillas ocultándose el rostro con ambas manos gimiendo igual que un caballo herido.
    -Wô yâo zhê!  Gritó ahogándosele la voz. Porque quería morirse, quería hallar la muerte como fuera. Su vida sin Liàn Zî ya no le servía.
    Cuando despertó halló el lado de la cama de ella vacío –frío-  y una carta junto a una varita de sándalo casi acabado. Se trataba de un rollo de pergamino con su letra y le decía que sentía causarle ese dolor, pero ella amaba a otro hombre, ella nunca le quiso y si accedió a casarse fue por el apremio de su madre, porque estaba harta de estar en la cocina y si se casaba con el hijo de los amos ella podría disfrutar de mejor posición.
    “Wèi céng wèi céng fā shēng qíng” esas palabras se le quedaron grabadas, allí permanecían hiriéndole los ojos: “Jamás me ocurrió que te amara o que sintiera pasión”.
Había fingido siempre, era una embustera. Él se lo dio todo, todo. Su vida entera la dedicó a ella, ni siquiera quiso ir a la gran ciudad a estudiar medicina, lo que siempre deseó hacer. Decidió quedarse allí con ella, atenderla, mimarla, quererla…
    Se iba a volver loco, ¿cómo era posible aquel engaño?, ¿cómo nadie le había dicho nada? Preguntó a la servidumbre y nadie sabía nada, sólo que hallaron la puerta trasera abierta, la que daba al lago. Él corrió hacia allí, pero no la vio, debió marcharse muy de mañana. Faltaba una barca y con la ayuda de unos prismáticos la pudo ver en la otra orilla, no había nadie, estaba vacía.
    Tomó otra barca y se fue hacia allí y la inspeccionó. Halló un pequeño pasador  que ella siempre se ponía en el pelo y lo apretó fuertemente con la mano y comenzó a llorar.
    Pasaron los años, muchos años y ya de anciano aún volvía a la orilla del lago para ver La Alta Montaña de la Vida Eterna, en ella clavaba su mirada aún muerta, aún herida, aún cuestionándose el por qué de aquella actitud tan inicua de Liân Zî para con él.
    Unos años después recibió una carta. Se trataba de un familiar de Liân Zî que le notificaba el fallecimiento de ésta. Decía que le escribía aquella carta porque Liân Zî se lo pidió mientras agonizaba. En ella decía que nunca fue feliz, que siempre le persiguió la culpa que siempre tuvo de la infelicidad de Zhí Tán Xiâng, que incluso los hijos que tuvo crecieron tristes al verla a ella tan triste siempre. Decía que quería que él supiese que aquel hombre por el que lo dejó todo se fue una mañana y nunca más regresó, se escapó con la concubina de uno de sus clientes y nunca supo nadie nada de ellos. Quería que él se alegrara de lo desgraciada que fue, era justo que así sucediese. Finalmente le pedía perdón y quiso llorar encima de aquel texto para que él viese que murió con un dolor atroz, perseguida por el remordimiento de haber engañado a un hombre bueno, el único hombre que la amó en la vida.
    Zhì Tàn Xiâng lloró amargamente. Él no necesitaba aquella explicación para sentir alivio, hubiera preferido una carta más amable que le hablara de bellos recuerdos vividos con él en su juventud, pero no fue así. Ella se limitó a autoflajelarse sin piedad creyendo que aquello iba a hacer que él viviese en paz los pocos años que le quedaran de vida. Ella creía que era justo que él sintiera satisfacción del dolor de ella, que merecía ser castigada.
    Zhì Tán Xiâng no sintió felicidad alguna por todo aquello.
   A la mañana siguiente lo hallaron sus sirvientes frente  a Yué Yí xé Yông Shêng. Estaba muerto, con el pasador que halló en la barca clavada en su corazón.
    Desde aquel mismo día, la montaña comenzó a derretirse, aquellas nieves milenarias desaparecieron y salió al descubierto una colina en forma de corazón. Desde entonces la montaña es conocida como Líng xīn tòu –    La Colina del Corazón Traspasado-.
    Aún se habla en China sobre aquel buen hombre que mantuvo su amor intacto durante años y años.

    Fuengirola, 29 de abril de 2009

    Curiosamente dos meses después de haber escrito este cuento estuve en China y ví un pasador idéntico al que describo e imaginé. Perteneció a una emperatriz y tenía una mariposa de jade como adorno, igual que la yo imaginé y no describí en el cuento.
    Me estremecí.

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