miércoles, 13 de octubre de 2010

EL ESPÍRITU DEL BIEN (cuento de navidad)


     Desde tiempos donde la memoria humana se pierde, surgió del universo estrellado una luz errante con una preciosa cola azul. Vagaba por el Cosmos lleno de astros y nebulosas hermoseando el cielo invisible al ojo humano, porque vivía en los cielos de los cielos, en la órbita más inimaginablemente lejana para el entendimiento humano. Sobrepasaba la lógica humana, incluso la de la mente más sabia. Esta luz era La Estrella del Bien y allá por donde pasase, hasta los astros que se estaban apagando volvían de nuevo a tener la energía que tuvieron cuando fueron creados. En el cielo se dibujaba su estela azul y duraba siglos la huella. Sólo los que sueñan la habían visto y sabían de qué se trataba, pero cuando despertaban se olvidaban de todo, aunque luego ese día les iba genial. Si tenían problemas con los exámenes notaban cómo las mentes se les abrían, si tenían alguna desavenencia con alguien, veían la manera de tratar los asuntos con la suficiente sabiduría para hacer las paces, y cosas similares a éstas.
    En una noche de invierno, cuando la gente aún estaba en las calles caminando y las tiendas abiertas y los niños correteando por las aceras, de pronto se apagó todo durante una milésima de segundo. La gente se paró, los coches, incluso un perro que estaba orinando en el tronco de un árbol se quedó estático. De nuevo la luz volvió, pero la gente se quedó asombrada. Sintieron algo en su interior, cada una de las personas, como una especie de sensación maravillosa, como de felicidad. De las fuentes salía luz junto con el agua, y las farolas despedían destellos  como cuando el sol se esconde detrás de una nube. La gente se saludaba sin conocerse, y hasta el propietario de una tienda de golosinas comenzó a avisar a todo el mundo con una campana en la mano, invitando a todos a entrar con el ánimo de obsequiar a todo el que quisiera, con un pirulí de menta y nata que estaban recién salidos de la cocina. El de la juguetería de enfrente salió a regalar todos los ositos de peluche que aún estaban en el camión que recién había aparcado a la puerta. En ese instante estaba celebrándose en un teatro un concierto de orfeón y todos los cantantes empezaron a bajar del escenario y salir a la calle, y el público con ellos y comenzaron a cantar cánticos maravillosos que salían de sus bocas, canciones que nunca habían aprendido, eran nuevas y las melodías eran totalmente inéditas, todo el mundo estaba como encantado. Ellos cantaban y estaban felices de que todo saliese tan sincronizado sin haber ensayado aquellos temas. Incluso un mendigo que estaba pidiendo sentado en el suelo con una lata vieja se levantó y repartía monedas a los niños.
    De pronto, el cielo se puso color naranja y salían proyectadas imágenes de escenas vividas por cada una de las personas en toda la Tierra, pero cada persona veía su propia película, ninguna veía la película del otro. Eran escenas muy feas, de los instantes en que se portaron mal en sus vidas. Nadie pudo contar cuánto duró todo aquello y todos se sentían avergonzados de haber sido gente tan imperfecta, tan llena de egoísmo, de rencor, de envidia, de odio en algún momento de sus vidas. No podían comprender cómo ellos hicieron cosas tan malas, pues se sentían bondadosas, incapaces de hacer nada adverso a nadie o de sentir animadversión hacia algún vecino o amigo. Creían que ese estado de benignidad en que se hallaban lo habían tenido desde siempre. No sabían  lo ocurrido, nadie advirtió que estuvieron totalmente paralizados durante un corto período de tiempo y que durante ese instante algo ocurrió en ellos, dentro de sus corazones.
    La Estrella del Bien se derramó sobre todos los habitantes de la Tierra, pero por sí sola no podría continuar viva en ellos, era preciso que cada uno alimentase ese bien que todos tenían en su interior. Las estrellas se pueden apagar con el paso del tiempo, pero la Estrella del Bien tenía vida propia, era incandescente, recibía su poder de un torrente inagotable que surgía en un lugar determinado del universo. Se trataba de una energía que todo lo que tocaba lo convertía en Amor. Era el Espíritu del Amor. El amor nunca se acaba, es el sentimiento más poderoso que puede tener cualquier ser. De hecho fue el amor lo que impulsó al Creador crear todo lo existente.
    Pero las personas hemos tenido un principio, ninguna es desde siempre, y por eso estamos limitadas, tanto en edad como en poder. Así que el Espíritu del Bien no siempre lo iban a seguir conservando así por las buenas, porque Éste se limita a tocarnos para indicarnos el camino a seguir, pero luego tenemos que andar solitos por la Vida con todo lo aprendido a las espaldas y sólo si ve que ponemos empeño en seguir conservándolo es cuando nunca se aparta de nosotros.
    Durante un período de tiempo la gente continuaba siendo amable con todo el mundo, bondadosa, dadivosa, pacífica, paciente, con alegría, amortiguando su mal genio sin ningún esfuerzo… Todos fueron informados de manera individual a través de esas películas que vieron de sus vidas, de que antes de que el Espíritu del Bien se apagase en ellos, tenían que mantenerlo ardiendo. ¿De qué manera? Creyendo en el Amor que salía de ese torrente que abastecía a su vez a la Estrella del Bien.
    Pasaron los años y el Espíritu del Bien no se desvaneció del todo afortunadamente, pues muchas personas lo mantuvieron encendido siempre en sus vidas, pero la gran mayoría se olvidó de Él y toda aquella bondad que disfrutaron una vez se fue desvaneciendo a medida que ellos permitieron que el Bien se fuese apagando dentro de sus vidas.
    De nuevo los hombres retomaron las guerras no concluídas y otras nuevas que provocaron y el egoísmo, junto con  la maldad de nuevo habitaron dentro de ellos. Pero aún La Estrella del Bien aparece cada año durante unos días en la Tierra, aunque ya no  derrama el Bien sobre todos los habitantes del planeta, sino sólo sobre aquellos que necesitan y desean depurarse de tanto mal cometido durante el resto del año. Sólo una minoría continúa siempre alimentando el Espíritu del Bien cada día del año y eso hace que permanezca en el mundo aún, que aún a la Estrella de ráfagas azules que desde tiempos remotos recorre el universo hermoseándolo, siga apareciendo en el invierno durante unos días, para que algunas personas que creen en el Amor, sigan disfrutando de la felicidad durante todo el año.
    La Estrella del Bien hace que las ciudades se iluminen, los árboles, los ojos de los niños y de los mayores, que las madres preparen dulces para la familia, que tengan ganas y deseos de cantar y de besarse, de saludarse y hacer visitas. La Estrella del Bien hace que las personas se acuerden de los que ya no están y rememoren escenas lindas del pasado.
   La Estrella del Bien hace que las lágrimas sean de verdad.
   Fuengirola, 25 de diciembre de 2008

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