miércoles, 20 de octubre de 2010

ERA UNA TARDE DE ABRIL

Parece que fue ayer 
cuando nos dimos de cara.
Era una tarde de abril,
de esas tardes de luz clara
que te invita a dar paseos
por la arena de la playa.
Allí te ví con tu perro
jugueteando con el agua.
Tú, vestida de blanco
con aquel vestido de gasa.
Yo, descalzo por la arena
con mi sombrero de paja.
-Buenas tardes- te dije.
Tú, te quedaste callada,
ni me miraste siquiera,
ni un gesto, ni una palabra.
Tu perro era tu mundo,
lo que tenía importancia.
Seguí mi camino muy serio
con mi orgullo a las espaldas.
Allí te dejé tranquila
apoyada en una barca,
pero sentí el impuso
-conforme más me alejaba-
de volver a estar contigo,
de robarte esa palabra
que mitigara la pena
que tu silencio me daba.
-Buenas tardes- te dije de nuevo.
Tú, como de mármol tallada
seguiste quieta en la tarde
y el celeste en tu mirada.
Me puse frente a ti.
Nos miramos cara a cara
y después te sonreí,
pero seguiste callada.
De pronto tus manos hablaron,
mas yo no entendí nada.
Querías decirme algo,
pero no con tu garganta,
ni con tus labios marchitos.
Sólo tus manos blancas
expresaban tu alegría,
pero mis ojos lloraban
cuando por fin comprendí
el error de mi obstinada
insistencia,
el afán de sacar una palabra
de aquella boca preñada de silencios
y de sonrisa tan franca.
De pronto, tus manos cesaron
de escribir en el aire
cuando brotaron mis lágrimas,
para enjugar mi torpeza,
mi presunción y mi rabia.
Desde entonces soy tu oído,
sinfonía de cien arpas
adheridas a mis brazos
en orquesta imaginaria.
Soy tu boca
y me fundo en mil canciones,
me destrozo la garganta
hasta quedarme sin voz
y comprender tu desgracia.
Oh, tortura de mi vida,
agua turbia de mis ansias.
Oh, corazón destrozado.
Qué pena siento, qué lástima.
Si yo supiera, amor mío,
que callando se te abrían los oídos
y la cueva oscura de tu garganta,
ahora mismo, con estas tijeras
me cortaba la raíz de mis palabras,
me arrancaba hasta la lengua
si hiciera falta.
Dibuja en el aire un tequiero,
que yo te daré mi alma,
y en mi verso enamorado,
donde descansa mi calma,
hallarás el eterno verano
de un corazón en llamas.

Fuengirola, 16 de enero de 2001

No hay comentarios: