jueves, 28 de octubre de 2010

CARTA DE UN HIJO ARREPENTIDO

    "Querida madre: esta tarde he decidido escribirte esta carta para hacerte saber que estoy muy triste porque he llegado a comprender que no he sido un buen hijo.
    De ti siempre he recibido ternura, protección y cariño, aunque, cuando me lo merecía, también usabas tus manos en mi piel para disciplinarme. Recuerdo que llegaba a exasperarte cuando veías que no derramaba ni una sola lágrima. Yo no quería darte ese gusto, y, aunque me doliesen tus bofetadas yo ya había decidido que me vengaría de ti de ese modo: no demostrándote ninguna reacción.
    Haciéndome un autoexámen he comprendido que me sobran varios dedos de una de mis manos para contar las veces que has recibido de mí alguna muestra que te hiciera estar orgullosa de haberme tenido en tus entrañas. Si yo no recuerdo haberte dado ni un solo día de felicidad, seguramente tú tampoco lo recordarás.
    Solo vienen a mi memoria mi rebeldía y repulsa hacia todos y hacia todo.
    Mi garganta está tensa ante el remordimiento que destilan mis sentidos y no hallo deleite en mi pasado, en mis años juveniles que los fui desaprovechando sin piedad.
    Mi corazón estaba lleno constantemente de una extraña rabia y eso también me llenaba de amargura. Nunca he sabido querer, y, aunque necesitaba desesperadamente que me quisieran, era imposible segar algo que nunca me había molestado en sembrar. No obstante, tú siempre estabas ahí, como el apuntador de una función teatral que nadie ve. Siempre me ofrecías tus consejos de manera incansable, pero tus palabras caían a un pozo sin fondo, iban a ninguna parte.
    Sólo hoy he llegado a comprender el dolor constante que siempre habrás sentido por mi culpa: cuando yo llegaba a casa totalmente ebrio; cuando me tatué los dos brazos con siglas revolucionarias; cuando te avisaron de la comisaría por haber sido detenido por tráfico de drogas; cuando te diste cuenta de que mi matrimonio fue un fracaso... Nunca pensé que todas esas cosas pudieran herirte, solo me importaba vivir mi vida y punto.
    Ahora, cuando tú ya te convertiste en una vieja y a mí ya se me ha terminado la juventud, sólo ahora he podido reaccionar ante todas las vicisitudes que ocasioné en el transcurso de mi vida, no solo a ti, sino a mi mujer y a mis dos hijos.
    Ellos crecieron y viven su vida. Nunca se amaron y yo no hice nada para inculcarles el cariño natural que deben sentir los hermanos. No solamente nunca se amaron sino que se odian. No pueden soportarse.
    Por otra parte, mi mujer me abandonó y hace unos días recibí en casa una demanda de divorcio que me envió su abogado.
    Así que aquí me encuentro solo. Siempre creí que la autoridad dictatorial sería respetada de por vida, pero veo que la paciencia tiene un límite -incluso entre las personas que hemos tenido atemorizadas-.
    Yo me siento desarmado y totalmente hundido en la miseria que yo mismo me he forjado.
    Mi hijo mayor comenzó a odiarme desde muy temprana edad, los maltratos físicos y psíquicos que le ocasioné hicieron una gran mella en su corazón y se marchó con su madre.
    El pequeño, que siempre fue mi favorito, le dí tantas alas en su niñez y adolescencia que hoy lo estoy lamentando con creces.
    Comenzó a asociarse con personas como yo y como los amigos que tuve: borrachos, drogadictos...
    Siempre le llevaba conmigo a los lugares que solía frecuentar y se crió en aquel ambiente.
    Esta mañana he podido sentir en mis carnes lo que tú sentiste en las tuyas cuando te enteraste de que me metieron en la cárcel.
    Sí, madre, no creo que una persona pueda experimentar más pena y tristeza que la que estoy padeciendo en estos momentos.
    Ha sido acusado de asesinato. La víctima no solo ha sido la persona que murió sino también mi hijo. Yo, sí, yo únicamente soy el asesino y quien debe estar encerrado.
    Hoy, madre, he podido paladear las consecuencias de la desobediencia y la autocomplacencia.
    Si aquellas buenas palabras que oía de tu boca constantemente, las hubiera atesorado en mi corazón, mi vida hubiera sido muy distinta.
    En vez de sembrar la semilla del odio y cosechar la tribulación que merezco, hubiera vivido con la única meta de hacer el bien.
    Si lo hubiera hecho, hoy no te estaría escribiendo esta carta tan lleno de remordimientos, ni te estaría causando esta última pena.
    Hoy he sabido de tus lágrimas y de tu pesar. Sí, porque todas las lágrimas que te he sacado de los ojos hoy se han vuelto en mi contra y las he llorado en un solo día."

 

No hay comentarios: