miércoles, 4 de mayo de 2011

AGRADECIMIENTOS

Muchas gracias a los 13 países que me visitan, como son: Estados Unidos, Alemania, Guatemala, Argentina, Canadá, Perú, Puerto Rico, Singapur, México, Colombia, Venezuela, Paraguay y España. Os mando un fortísimo abrazo desde España y mi agradecimiento más sincero. Espero poder entreteneros un rato cada vez que leéis algo mío.
Vuestro amigo,  Manolo.

martes, 3 de mayo de 2011

LA CUMBRE DE LOS NARCISOS NEGROS



    Jonás iba caminando por la calle peleándose con sus miserias, no hacía caso ni a los escaparates, ni a los semáforos en rojo... hasta que de pronto el chirriar de las ruedas de un Audi azul frenando en seco lo despertó de su letargo. Advirtió que tenía que solucionar su vida, era él o él. Continuó su camino y en un callejón que le pillaba de paso para llegar a su casa, halló en el suelo un mp-3 con los auriculares puestos. Miró a ambos lados del callejón, no había nadie, así que se agachó y lo cogió. Era de una marca desconocida para él, se puso los auriculares y apretó el botón de "play". No salía melodía alguna. De pronto se oyó una voz y pensó que sería el preludio de alguna canción  y que a continuación comenzaría la música, pero no.
    -Hoy por poco mueres, yo hice que el conductor de ese coche parase para que no te atropellara. Tú andabas triste, enloquecido del dolor que te corroe el corazón. Sé lo que te pasa. Quieres olvidar lo que te han hecho, lo que tú mismo hiciste, para no tener remordimientos. Sé que deseaste poner fin a tus problemas, que por fin estás consciente de que tienes que hacer algo para hallar de nuevo el equilibrio en tu vida, la felicidad eterna que siempre anhelaste. Hoy cambiará tu vida, pero todo tiene su precio, así que quiero que me obedezcas en todo si quieres que tu felicidad sea inagotable.
    Asustado se quitó los auriculares temblando y estrelló el mp-3 contra la pared con todas las fuerzas de su alma. En ese momento volvió a sentir aquel pesar que le envenenaba el pensamiento y todo su ser. Se alejó de allí, sintió que la vida se le desmoronaba por segundos, contra más se alejaba de aquel callejón más perdido se encontraba, las casas las veía oscuras, el cielo, el asfalto... todo. Era como si caminase entre las tinieblas de una madrugada dentro de un bosque tenebroso. Se paró y se abrazó a una farola, necesitaba sentir el frío metal en su cara y en sus manos y sintió que el corazón se le salía de dolor. Comenzó a recordar la promesa que le hizo aquella voz, lo bien que se sentía al oír aquellas palabras. Decidió que debía volver a por aquel cacharro, quizás no estuviese roto del todo y que aún funcionaría. Allí estaba en el suelo sin un rasguño, palpitante, vibrando, como si tuviese vida propia. Lo volvió a poner en funcionamiento.
    -Vaya, veo que has recapacitado. ¡Bien hecho! -continuó diciendo el mp-3-
    -Pero, ¿quién eres? ¿De qué me conoces y cómo sabes del accidente que estuve a punto de sufrir?
    -Sé de ti absolutamente todo de tu vida, de la gente que has conocido, de las maldades que han cometido contra ti y de todo lo que estás sufriendo por ello. Sé que has estado viviendo una vida casi perfecta, rodeada de gente decente, que has aprendido verdades enormemente provechosas y que luego tu espíritu se apagó y que todo tú eres ahora un guiñapo, que sufres porque todas tus ilusones y esperanzas se esfumaron, porque alguien con su mal hacer te hizo comprender y conocer lo diferente que eres, que para nada encajabas en esa vida donde todo es amor, cordialidad y pureza. Alguien impropio de vivir en la Ciudad Justa acarició tu piel y te hizo sentir lo que realmente necesitabas sentir, lo que deseabas vivir y te saliste de allí para entrar en el mundo porque sabías que aquí hallarías muchas manos que te harían sentir ese placer que sentiste aquella primera vez. Hoy eres una persona muy diferente, tu piel está llena de las huellas de mucha gente que pasó por tu vida y te sientes sucio. Sin embargo, no quieres prescindir de la felicidad que tenías en la Ciuda Justa. Quieres tenerlo todo. Pues bien, si haces lo que te digo lo tendrás.
    -Sí, veo que me conoces y estoy aterrado, ¿quién eres? ¿y cómo un aparato como éste puede estar teniendo una conversación conmigo? Esto no es un móvil, es un mp-3.
    -Soy alguien que exige devoción de tu parte, me gusta ser idolatrado. Debes ir a verme cada sesenta días a la Cumbre de los Narcisos Negros. Al final de esta conversación hallarás una carpeta en este mp-3 con la dirección. Está a cuatro semanas de camino hacia el norte, sin desviarte ni un metro. Quiero que vayas a visitarme con las manos llenas de nombres de las víctimas que tú mismo habrás elegido. Éstas necesariamente deben ser personas felices, personas llenas y enamoradas, personas que disfruten de prosperidad. Tú debes dejar en sus manos un obsequio, éste hará el resto.
    -No comprendo. ¿Me pides que yo le entregue un regalo a la persona que yo elija?
    -Eso es. Cada vez que regales a alguien algo que compres especialmente para él, el regalo absorberá parte de su felicidad transmitiéndose a ti. La persona sentirá que surgirán problemas en su vida y eso la inquietará. Cada instante de su infelicidad será para ti instantes de felicidad. Creo que vale la pena, ¿no?
    -No me creo que eso pueda suceder. ¿Estás diciéndome que yo seré feliz a costa de la infelicidad que yo ocasione a los demás?
    -Eso mismo dije.
    -Y contando que eso sea cierto, ¿cómo podría yo ser feliz sabiendo que he causado la ruina a otras personas? La conciencia no me dejaría en paz.
    -Por eso precisamente quiero que vengas a verme cada sesenta días. Con cada nombre que me entregues yo te proporcionaré una Vaina de la Conciencia. Cada vez que comas de su fruto la mala conciencia que tengas será borrada de tu mente y por supuesto, de tu corazón. Así podrás seguir disfrutando de la felicidad sin los efectos secundarios que traen los remordimientos. Pero tendrás que hacer otra cosa: todo el tiempo que dure el viaje tendrás que mantenerte en silencio y meditar en mí, creer y sentir que me adoras. De ningún modo debe salir palabra alguna de tu garganta. Si eso ocurriese significaría que tu adoración no es absoluta y lo estropearías todo y sería tu perdición.
    -¡Hecho!
   
    A Jonás se le abrieron las puertas de la felicidad, de la prosperidad económica, halló la manera de embaucar a gente inocente para satisfacer su egoísmo personal. Fue recibido en hogares de buena gente, agasajado, querido, admirado... pero él sólo pagaba a cada uno de ellos con un trozo de maldad envuelto en un papel azul. Siempre que conocía a alguien que estaba felizmente casado, con importantes posesiones materiales o que gozase de buena salud, allá que iba él con su paquetito vestido de osito de peluche, pero con el interior relleno de alacranes venenosos.
    Así pasaron algunos años. Jonás seguía gozando de juventud, de una salud envidiable y de una gran fortuna en el banco. Todo a costa de que la situación en las vidas de las personas que eran agasajadas por él sufriesen reveses increíbles, como la de su jefe, un buen hombre que siempre confió en él, integrándole hasta en su hogar como uno más de la familia. Jonás apareció una nochebuena con un obsequio para cada uno. El día de navidad el jefe amaneció en la cama con un ataque de apoplejía, a los pocos días la esposa de éste fue hallada con la garganta abierta y sin vida tras ser atracada por unos delincuentes en el parking de un supermercado y la hija menor, que estaba felizmente prometida con el hijo de una familia adinerada de la ciudad, descubrió que su novio llevaba una doble vida al encontrarlo en el cobertizo haciendo el amor con el capataz de la finca entre balas de paja...
    Aquello trajo mucha prosperidad a Jonás, ya que sustituyó al jefe en la gerencia de la compañía de seguros donde trabajaba. El secretario del jefe halló un documento en la caja fuerte del despacho, donde venía escrito sus deseos de que en caso de que le pasara algo,  que su puesto lo cogiese Jonás, pues había demostrado en el tiempo en que llevaba en la empresa que estaba más que cualificado para desempeñar el papel de gerente.
    La muerte de la mujer del jefe le llenó de energías renovadas, y lo que le sucedió a la joven le dio la oportunidad de rondarla  durante un tiempo y casarse con ella. Quería demostrarse que podía llevar una vida hetero, que su vida anterior fue sólo circunstancial. Todo lo bueno que le venia era a consecuencia del mal que le acaecían a otros. Pero todos tenemos una conciencia y la suya estaba resultando mal parada, y aunque decidió hacer caso omiso a los deseos de esa voz y no ir jamás a la Cumbre de los Narcisos Negros, sintió la necesidad de ir porque cada noche le era más insoportable apagar la luz, los remordimientos no le dejaban dormir. Era un poco embarazoso tener que escabullirse no sólo de la mujer, sino del despacho, cada vez que tenía que emprender su viaje puntualmente cada sesenta días, pero no tenía otra. No podía decir su secreto a nadie, estaría perdido si alguien lo hubiera descubierto. Una de las veces que tenía que ir no fue y la empresa empezó a caer vertiginosamente, también enfermó de una afección renal y a su mujer se la veía triste por no poder quedarse embarazada y ya no era tan cariñosa como antes, al contrario, la notaba cada vez más distante, como si le guardase alguna clase de animadversión y él volvió a refugiarse en hombres que eran como él. Un día decidió organizar una fiesta para inyectar a todos de alegría y optimismo –eso era el lema de las invitaciones que envió, pero en realidad fue para conocer un poco mejor a los miembros de la directiva, así como a otros muchos magnates de las finanzas que también fueron invitados-.
    -Cariño, ¿por qué no invitas a tu monitor de natación y a la chica que te da los masajes? Creo que te sentirías más cómoda al estar con gente conocida y no habitual en nuestros saraos –él sabía muy bien por qué le pidió eso a su esposa-
    La velada fue un éxito, sobre todo cuando finalizó la cena. Mandó a los camareros del catering que entrasen. Todos vinieron con las bandejas repletas de pequeñas cajitas envueltas en el habitual papel azul. Un regalo para cada invitado.
    Al día siguiente notó que se levantó con mucha vitalidad, bajo los escalones como un chaval de 20 años, enseguida se dio cuenta de que algo había sucedido. Mientras desayunaba abrió el periódico por las páginas de sucesos, seguro de que vendría algo interesante. En efecto.
    -Cariño, es increíble. ¿Te acuerdas del señor Menéndez? El dueño de la cadena de electrodomésticos… pues ha muerto esta noche pasada. Pone aquí que fue en un accidente en la autovía, la mujer ha quedado muy mal herida. Seguramente ocurrió cuando iban de camino a su casa tras haber cenado con nosotros.
    -¡Qué horror! Es increíble, anoche tan felices todos juntos y hoy de cuerpo presente y su esposa, pobre mujer, me pareció encantadora. Tenemos que mandarle unas flores.
    -Yo me encargaré de eso –dijo Jonás un tanto aturdido por la ocurrencia de su mujer, pues de ninguna manera podía hacer eso. No podía mandar flores a un muerto y mucho menos a una moribunda, sólo se le había autorizado hacer regalos a gente sana, si hacía lo contrario, el mal que sufrían las personas a quien agasajase le vendrían a él directamente.
    -Llaman al móvil, disculpa –dijo Natalia, su mujer-
    A los pocos minutos apareció en el comedor pálida cayendo derrotada en la silla.
    -Cariño, Susi, mi masajista. Acaba de llamarme su marido. Ha sufrido un accidente esta mañana mientras se secaba el pelo. Le han amputado una mano y menos mal que la electricidad le salió por ahí, si no, no lo cuenta. Ha dicho que está mirando en la agenda de ella para ir avisando a los clientes que tenían que ser atendidos hoy por ella. Pobrecita, con tantos hijos a los que criar aún.
    -Es cierto, que Susi siempre habla de ellos –dijo Jonás en una mueca de satisfacción-
    -¡Vaya, el móvil de nuevo! Qué extraño nunca suena a estas horas tan tempranas y ya van dos llamadas.
    Atendió la llamada y se le cayó el móvil de las manos tras la noticia que le dieron.
    -¿Pero qué tienes, qué te pasa? –preguntó Jonás-
    Ella le miró sin pestañear, conteniendo la respiración hasta que finalmente en un profundo suspiro pudo hablar.
    -Es Marina, una de las monitoras del gym, para decirme que si quiero, que ella misma me entrenará hoy, porque Tony, mi monitor, ha sufrido un grave accidente tras arrojarse desde el trampolín. ¿Dios mío, pero qué está pasando? Dame un cigarrillo, ¿quieres?
    A Jonás no se le movió ni una ceja, su rostro era estático como el de una estatua, pero en su interior sentía un gran gozo, comprendió por fin aquella mejoría repentina que sintió aquella mañana. Simuló contrariedad, asombro, aunque lo que realmente sentía era una inmensa felicidad por recobrar de nuevo su salud y seguramente su mujer en poco tiempo le daría noticias, ya que la fertilidad de Susi podría traspasarse a ella. Así de retorcidas llegaron a ser las ideas de Jonás.
    Decididamente tenía que seguir cumpliendo con el compromiso que tenía con la voz. No podía faltar ni una sola vez a su cita en la Cumbre de los Narcisos Negros.

    Una tarde de junio, cuando ya estaba a punto de llegar a la cita bimestral que tenía desde hacía ya unos años, se encontró en el camino con una mujer joven. Llevaba un bolso en bandolera y una carpeta entre el brazo y el pecho y se la veía muy feliz.
    -Buenas tardes, caballero. Verá, he dedicado la mañana a hablar con los vecinos del lugar sobre un tema qua a todos nos debería interesar y me gustaría…
    -Lo siento, señorita, pero tengo muchísima prisa y no la puedo atender, así que tendrá que disculparme.
    La joven no se dio por vencida y continuó su conversación, haciéndole preguntas para averiguar la opinión de él sobre el tema de conversación que emprendió. Poco a poco ella le fue envolviendo y él olvidó por completo aquella urgencia que tenía de llegar a su destino, hasta que, de repente se tapó la boca con una mano y dejó de hablar y se marchó sin mirar atrás, dejando a una sorprendida joven con un libro en la mano que sacó del bolso. Corrió tras él y se lo dio y ya le dejó marchar. La chica sonrió y siguió su camino.
    Cuando ya estaba a punto de llegar para entregar a la voz los nombres de las personas que fueron agasajadas en la fiesta, sintió una potente brisa que le heló la nuca. Dejó sobre un pedrusco lleno de musgo los papeles cada uno con un nombre y habló alzando la voz, como hacía siempre que iba, pero no contestó nadie. De repente la oscuridad de aquel lugar se llenó de luz, los narcisos se volvieron amarillos y aquella niebla que surgía de la nada se disipó en un abrir y cerrar de ojos. Los nombres de los invitados salieron volando hasta perderse en la sima profunda donde nacía aquella montaña. Se quedó muy sorprendido. La voz desapareció, la oscuridad, la niebla… ¿qué iba a ser de él? –se preguntaba-
    Al llegar a su casa tras un cansado viaje de vuelta vio con estupor que la casa había desaparecido, todo fue pasto de las llamas. Todo se redujo a un solar lleno de escombros con un cerco policial de plástico amarillo rodeándola por completo. Cuando viajaba a la Cumbre de los Narcisos Negros nunca se llevaba el móvil porque tenía que mantenerse en silencio durante todo el camino y por eso no pudo ser localizado. Fue a la policía y allí le informaron que su mujer había fallecido en el incendio y que hacía dos semanas que se celebró el sepelio ante el paradero desconocido de él. De repente sufrió un desvanecimiento. Se despertó en una cama de hospital todo entubado. Lo primero que vio fue el rostro de una enfermera sonriendo. Era ella, la joven que le regaló el libro en el camino.
    -¡Por fin se despertó! Ha estado en coma más de una semana, sufrió un infarto. Soy Loida, su enfermera, voy  a avisar al doctor.
    Allí acostado miró a su alrededor y advirtió que encima de la mesilla estaba el libro que ella le regaló. Lo cogió y vio que se trataba de un libro de temas bíblicos, pues en el viaje ni lo abrió. Se acordó que todo aquello que le estaba pasando era por haber hablado con aquella mujer, tenía que haber permanecido en silencio todo el viaje como siempre hacía.
    De nuevo el bien venció al mal. Recordó que por mor de aquellas caricias que recibió de aquel hombre y él responder a ellas, lo llevó a convertirse en el ser más abominable de la Tierra, al huir de la Ciudad Justa y dejar de disfrutar de la protección que siempre disfrutó en ella. Lloró amargamente. Proyectados en la pared vio los rostros de todos los que padecieron enfermedades y muertes por su causa y sintió que de nuevo la conciencia volvió a él. Lloró, lloró mucho. No pudo soportar estar consciente del daño que hizo y agarrado a ese libro la vida se salió de él.

Fuengirola-Málaga 1-3 de mayo de 2011.