lunes, 11 de octubre de 2010

LAS OCHO Y CUARTO SONABAN

Las ocho y cuarto sonaban
cuando me dí de cara contigo.
Tu boca, de caña dulce,
tan dulce como el membrillo.
La mía, arrayán de luna
en las orillas de un río,
danzando de sur a norte
con dos labios encendidos.
Tus ojos fueron mis ojos,
oscuros como el olvido.
Y brotó de mis rastrojos,
igual que un pájaro herido
mi mirada muerta y fría
hacia tus campos floridos.
En mi grupa te montaste.
Recorrimos mil caminos,
desde el este hasta el oeste,
desde el mar hasta el olivo,
contando los años juntos
entre besos y suspiros.
 
Las ocho y cuarto sonaban
cuando me dí de cara contigo.
Mi cuerpo entero temblaba,
tus dedos trenzaron los míos
y juntos nos fuimos cantando
por la acera, como niños
grafitando en las paredes
corazones sin latidos.
 
Las ocho y cuarto sonaban
en tu reloj y el mío
y un sin fin de primaveras
floreció en nuestro hastío.

Fuengirola, 11 de abril de 2008

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