martes, 12 de octubre de 2010

¡AY, QUÉ FRÍA FUE LA NOCHE AQUELLA!

    Aquí tenéis un poema de hace casi 32 años... y recuerdo perfectamente cuando lo estaba escribiendo, tenía yo 18 años, fue de mis primeros trabajos. Qué barbaridad, cómo pasa el tiempo!

¡AY, QUÉ FRÍA FUE LA NOCHE AQUELLA!

Por ese angosto camino
se fue mi única estrella.
Era aquella noche
como la muerte de negra.
Era como mi suerte
achicharrada en candela.

¡Ay, qué fría fue la noche aquella!

Aún no he visto amanecer
desde que se fue ella.
Ya me veo envejecido.
Ya está mi cara más vieja.
Jamás podré comprender
aquella mirada tan siniestra.
Allí me quedé inmóvil
como una estatua de piedra.
En escarcha se convirtieron
mis lágrimas espesas
y como el hielo
la sangre de mis arterias.

¡Ay, qué fría fue la noche aquella!

Fue como el llanto de un niño
perdido en la niebla.
Fue como el silencio
que habita en la sierra;
como el agua quieta
de una fuente serena;
como el frío viento
que mueven las veletas;
como la puerta cerrada
de una iglesia:
como un cielo oscuro
que amenaza tormenta.

¡Ay, qué fría fue la noche aquella!

Fue como el dolor
que traen las guerras;
como sangre de plañideras;
como la muerte lenta
de la gangrena;
como rencores ocultos
que el alma almacena;
como la hipócrita mirada
de una careta.

¡Ay, madre,
qué fría fue la noche aquella!

Málaga, 26 de octubre de 1978.

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