martes, 12 de octubre de 2010

SI YO PUDIERA QUERERTE

Si yo pudiera quererte
no habría en el mundo
océano que me apagara,
ni la lluvia, ni la nieve,
ni mil llantos que llorara.
Si yo pudiera quererte
sobrarían las palabras.
Bastarían mis caricias
de terciopelo en tu cara.
Sobrarían los tequieros,
las preguntas, la jactancia
de recíproca ternura
y el tormento que poseen
los que se aman.

Si yo pudiera quererte
la vida entera te daba,
el suspiro de mi boca,
el calor de mi mirada,
mi presencia siempre viva
en la oscura madrugada
y el abrigo de mi cuerpo
entre sábanas de Holanda.

Pero como no te quiero
y no creo que lo haga,
no te doy ni este minuto,
ni una micra, ni una franja
del color de mi arco iris,
ni una fibra de mi ser.

¡No te daré nada!
Nada, porque eres mala.
Mala, como tú misma,
como la raíz de tu casta,
como el día más tenebroso,
como tu sucia ganancia.

Mala, porque ensuciaste
lo más limpio de mi alma.
Me quitaste la hermosura
de aquella sonrisa tan franca,
convirtiendo en amargura
esta mueca disfrazada
de felicidad pasmosa,
de una dicha torturada
por el mal de tu pecado
y mi mente enajenada.

El cristal de mi candor
lo hiciste añicos
lo mismo que una flor de porcelana.

Soy fragmento de un ayer
sin un tequiero,
el preludio de la duda
en mi mañana.

Tú causaste que sintiera
el menosprecio
y el desdén de tu soberbia
envenenada.
Estrellaste mi amor propio
por los suelos.
Enturbiaste de tinieblas
mi alborada
y hoy me encuentro por tu culpa
como un muerto
esperando que me pongan
la mortaja.

Si yo volviera a quererte
en este instante me arrancaba
el corazón con estas manos
y luego, cuando nadie me escuchara,
en el silencio de la noche,
en la orilla de la playa,
lloraría hasta quedarme sin sangre,
hasta que tu nombre yo olvidara.
Sentiría la caricia de las olas,
la presencia de la Luna, allí tan alta,
que con tiernos pañuelos de espuma
limpiaría para siempre mis lágrimas.

Fuengirola, 22 de octubre de 2001.

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