martes, 12 de octubre de 2010

ROMANCE DE LA PENA CALLADA

Que se se calle todo el mundo.
Que me dejen con mi pena.
Que destilen las reuniones
en callejas y rincones
el veneno de sus lenguas.
Pero que nadie me hable.
¡Ni se me acerque siquiera!
Prefiero sentir el silencio
de la muerte y de la espera
con esta angustia callada
que me rasga el alma entera.
Voy rozando la locura,
delirando, sin más tregua
que el escucharla de nuevo
y sentir sus pasos cerca.
De imaginarla cantando.
De acariciar su melena
negra como la noche,
como la noche de negra.
Como su alma y mi vida.
Como su adiós y mi queja.
Como su sangre y mi llanto
derramado en mis tinieblas.
Os lo pido por mi sueño,
por el latido que me queda,
por el resuello de mi boca
medio viva y medio muerta.
Os lo pido por mí mismo.
Si me queréis de veras
que nadie me diga nada.
¡Ni se me acerque siquiera!
Que quiero lamer yo solo
el limón agrio de mi tristeza.
Ni un susurro, ni una palabra,
ni una frase lastimera.
Dejádme a solas conmigo
igual que la luna nueva.
Que nadie recuerde que existo,
ni que nací tan si quiera.
Esta noche saltaré yo solo
la línea de la impaciencia.
Correré por calles oscuras
hasta quedarme sin fuerzas.
Preguntaré a los caminos,
a los árboles, a las estrellas.
Me romperé todo entero
por encontrarme con ella.
Y si al hallarla me dice
que me vaya y me desprenda
de su recuerdo, y me muera,
¡aún así he de llorarla!
¡aún así he de quererla!
Así que callad esas bocas
y dejádme con mi pena.
Que pueda morir tranquilo
como un nardo sin esencia.

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