lunes, 11 de octubre de 2010

POEMA DEL REMORDIMIENTO

Ayer pasé por tu lado
y no nos dijimos nada.
Mis ojos quedaron muertos.
Se me cayó la mirada
estrellándose en el suelo
lo mismo que mis pisadas.
Tú seguías igual de hermosa,
pero tu piel demacrada,
aquellos ojos sin brillo
y tus ojeras moradas
me gritaron: "¡Te quiero, te quiero!"
sin decir una palabra.
Disminuyeron tus pasos.
Mi sangre se quedó helada.
Pero por algún motivo absurdo
de inmadurez o arrogancia
decidí acelerar los míos
y no decirte nada.
Cómo temblaban mis piernas
cuando de ti me alejaba,
cuando dejé tus tequieros
en la voz de tu mirada.
Dios mío, qué trago tan amargo.
Qué ansiedad mordía mi alma.
Fue como un hierro candente
que en el pecho me clavaran.
Allí te dejé en la esquina
lo mismo que una sonámbula,
perdida como una niña
con aquella puñalada.
Ya me enteré por la gente
-la misma que murmuraba-
que todo fue un mal infundio
de una lengua envenenada,
de una lengua mala y negra,
tan negra como su casta.
Qué oprobio para tu nombre.
Qué mancha para tu casa.
Qué maltrato a tu inocencia.
Qué vituperio a tu calma.
Y yo mientras tanto, ciego,
con mi mente trastornada,
resolví sin tregua alguna
que era cierto lo que hablaban.
No me importaron tus gritos.
No me importaron tus lágrimas,
tu rogarme a cada instante
que por favor, te escuchara.
Te dejé como un guiñapo 
a la puerta de tu casa.
Te dije cuanto yo quise,
lo que a mí me dio la gana.
Y me fui por la calle abajo
abofeteándome la cara
y mordiéndome hasta la boca
porque realmente te amaba.
Ay, qué veneno en mi lengua.
Qué pecado en mis palabras.
Cuánta culpa en mis sospechas.
Cuánta pena derramada.
Y aquí me tienes de nuevo
a la puerta de tu casa.
Si quieres echarme, házlo,
que no merezco tu lástima.
No quiero que me perdones,
ni que me cures las llagas.
Quiero sufrir mientras viva.
Hasta que expire mi alma.
Hasta el último suspiro
que salga de mi garganta.

Fuengirola, 8/10/01

No hay comentarios: