martes, 12 de octubre de 2010

EL ROPERO

Dentro de mi ropero,
en la estantería más alta,
me encontré con sus tequieros
dentro de aquella caja,
junto a viejos recuerdos
y dos docenas de cartas.

Junto a un mechón de su pelo
y mi pena más amarga
ví que lo que estaba muerto
latía con esperanza.
Había un diario en blanco
con un nombre en la portada
y un papel muy bien doblado
en medio de aquellas páginas.
Era un poema de amor
que alguien me dedicara.
Entre aquel pliego amarillo
y el sabor de esas palabras
noté sobre mis mejillas
que el llanto se resbalaba.
No podía creer aquello.
El texto se me borraba
igual que si fuese escrito
con pluma de tinta mágica.
De pronto, sentí un suspiro,
una presencia, en mi espalda
y una voz que me decía
todo lo que me amaba.
Desde entonces, voy guardando
sus besos en esa caja
y cuando abro el ropero
para coger... -qué sé yo-
una blusa o una corbata,
siento su amor impregnado
en las perchas, en las sábanas,
en abrigos y chaquetas,
en edredones y mantas
y en cada pared de mi alcoba
siento yo cómo me ama.

Fuengirola, 13 de diciembre de 2006

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