martes, 12 de octubre de 2010

CUANDO PENSÉ...

Cuando pensé
que mis caminos terminaron...
Cuando pensé
que mis besos se olvidaron...
Cuando pensé
que tus labios se callaron
y mi sangre se quedó
sin corazón...
Cuando pensé
que tu mirada no se perdía
en mi recuerdo...
Cuando pensé
que tus manos no serían
la caricia de mi cuerpo...
me convertí en un ser muerto,
perdido,
sin un horizonte en mi futuro,
sin una sonrisa en mi alma,
sin la calma de saberte enamorada,
sin nada...
sin nada...
Me encontré sin ti
y la vida no me hacía falta,
ni el sol de la mañana,
ni el aire de la tarde,
ni el agua de la lluvia,
ni las olas de la playa.
No me hacía falta nada.
Sin ti la indiferencia
fue mi única aliada.
Sólo sombras
era lo que lamía mi yo absoluto.
Y no dejé de amarte,
y no dejé que mis lágrimas
se quedaran en mi sangre.
Y de pronto...
de pronto surgió tu voz
entre la espesura de la noche
y mi desventura a solas.
Y llenaste lo vacío,
y vaciaste el veneno
que mi pulso contenía.
Hoy sé que me amas.
Lo sé.
Y yo desenterré
mi alegría sepultada
con mis manos llenas de lágrimas,
mientras mis labios
pronunciaban un tequiero interminable,
un tequiero que siempre tendrás,
amada mía.
Porque quiero ser
la luz de tus ojos
y el agua de tu boca
y saberte embriagada
con el calor de mi presencia,
mientras yo, en silencio y sin mirarte
embadurno de amor nuestra casa.

Málaga, 20 de abril de 2003

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