jueves, 7 de junio de 2018

ROMANCE DE UN AMOR INEXORABLE

ROMANCE DE UN AMOR INEXORABLE

Allí estaba yo solo
con mi soledad a cuestas,
sentado en el arriate
de dompedros y azucenas
cuando le ví llegar
agotado y sudoroso,
tras dejar atrás su senda
de varios soles y lunas,
de polvo y de carretera.

-Me da un vaso de agua?

Me pidió inclinando su cabeza
en un saludo triste y mudo
de timidez y vergüenza.

-Beba usted de este botijo,
que da siempre agua fresca
y siéntese bajo la parra

Fue mi única respuesta.
El agua resbalaba de su boca
carnosa como una fresa,
serpenteando por su cuello
igual que una lágrima extensa.
Su camisa desabrochada
me mostró su piel  morena,
sus brazos fuertes de hombre,
su hermosura y su destreza.
Le sonreí y callé.
Él miraba la dehesa
y en un segundo, mi sangre
se removió de tal manera,
que ni el torrente más grande
calmaría mis candelas.
Cuánta dicha hubo en mi alma.
Cuánto dolor y miseria.
Mis labios lloraban, reían,
sabedores de mi pena,
de mi pena y mi alegría,
de mi risa y mis carencias.
Querían pronunciar su nombre,
darle mi luna y  mi estrella,
ofrecerle mis senderos,
mi vida entera, mi hacienda,
tatuármelo todo entero
con tinta imborrable y densa
para sentir mis caricias
sobre su cuerpo de hierba.
(Y si no entiende mi arrobo?
y si ofendo su entereza?)
No hizo falta confesión alguna.
Él comprendió la certeza
que nació en mis adentros
y me miró con fijeza.

Nuestros labios se juntaron
en un beso eterno y mudo
sin mirarnos tan siquiera.

La noche se establecía.
Un cielo de nubes quietas
sobre las aguas calmadas
del aljibe y las acequias
dibujó espejos azules
amarillos y magentas.

Las calles del pueblo cerraron
miradores y cancelas
cuando veían a dos hombres
de la mano por la acera.
Ay, los murmullos de la esquina.
Ay, mis silencios de fiera.
Qué desdén el de sus ojos.
Qué pecado en esas lenguas.
Qué manera de ensuciarnos.
Qué inmundicia y qué miseria.
Qué de rezos pretenciosos
en alcobas y en iglesias.

Yo le amo y él me ama.
Contra esto no hay sentencia.
El amor nos purifica,
emblanquece el alma entera,
nos vacía de los oscuro,
nos contagia de pureza,
nunca duda ni maldice,
jamás teme ni sospecha.
El amor sólo es un ramo
que nos da la primavera
de gardenias y amarantos,
de caricias y sorpresas.
¿Quién cuestiona nuestro idilio?
¿Qué frustración lo genera?
¿Quién maldice nuestros besos,
la verdad de mis querencias?

Dejémosles con su rabia,
con su mofa y decadencia.
Que sigan, que se harten.
El amor es resistencia.
No hay nada que lo doblegue.
Somos lo único que cuenta.
Esto será para siempre.
hasta que me muera o te mueras
y hasta después de la muerte,
dos cenizas, dos pavesas,
seguirán destilando amor
en cada siglo que venga.
Málaga, 1 de julio de 2017.

No hay comentarios: