sábado, 13 de noviembre de 2010

...Y FUI HIMALAYA

El amor me despertó una mañana.
Era triste y lluviosa, fría y melancólica.
Pero el amor me despertó
y tu voz se adhirió a mi oído
como la luna al mar.
Éramos tan jóvenes, tan llenos de ilusión,
era tanta nuestra avidez de explorar la vida,
el mañana, el instante siguiente...
Mi piel latía por ti, y mis ojos, y mis labios.
La vida me inyectó su esplendor,
su cénit y fui Himalaya por ti.
Desde aquella cúspide sentía paz,
amor por todo
cuando me imaginaba al mundo en paz,
y lleno de amor, como me ocurría a mí.
Pero la calina aquella tan hermosa
que yacía sobre las laderas
se convirtió en una niebla tenebrosa.
El amor me enseñó su otra cara:
el dolor, las lágrimas y tu muerte.
Desde entonces
he tratado de ser feliz,
de incrustarme a la vida,
pero al estar sin ti se me empaña todo.
El amor no me ganó la batalla.
Quiso salir de mí, pero no lo consiguió.
En mi corazón sigue exhausto,
sin una gota de aliento para hacerme más daño.
Mi mente y corazón se conjugan en tu recuerdo
y se enardece mi mirada.
Aún existe la luna y el Himalaya
y tu voz.
Ay, y cómo te sigo amando.

 

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