lunes, 22 de agosto de 2011

DE VECINO A VECINO



    Soy tu vecino. Sé que disfrutas de un trabajo que te da la oportunidad de llevar el sustento a tu familia. Tus hijos llevan zapatos y ropa que los guarece del frío en los días de invierno y tu esposa puede ir cada día al mercado a por todo aquello que le hace falta para prepararos una buena comida. Yo nada de eso tengo. Sólo una esposa enferma con los pechos secos de amamantar a nuestros cinco hijos, que sufren de necesidad extrema. No tengo trabajo y soy muy bueno en lo mío, puedo hacer que surja un huerto del mismísimo desierto, pero no tengo dinero para comprar semillas y plantarlas, ni agua para regarlas, ni ánimos para nada, al ver que van pasando los meses y los años y continuamos igual o en peores condiciones.
    Sé que tienes un hermoso coche que te lleva a todas partes. Yo ni un humilde carro, pues el que tenía lo tuve que vender junto a la vieja mula para poder comprar medicinas a mi familia, que se me muere, que me piden con sus ojos abiertos que los cuide, que haga algo por ellos, que aunque no les ayudo –porque no puedo- aún continúan creyendo en mí, porque siempre confiaron en mí y yo nunca les fallé.
    Tú posees un hermoso apartamento con todas las comodidades, con nevera, agua corriente y luz eléctrica. Yo sólo tengo una choza de madera con el techo de caña. Si queremos agua tenemos que caminar un día y medio para coger agua de un arroyo medio seco y si queremos luz tenemos que esperar a que amanezca para que los rayos del sol se filtren en las cañas de nuestro techo.
    Sé que cuando estás enfermo, con una sola llamada telefónica se presenta el médico en tu casa a los cinco minutos. Aquí no tenemos teléfono, así que tenemos que caminar muchísimo para hallar al practicante que nos pilla más cerca.
    Y somos vecinos, fíjate. Tú si quieres oportunidades tomas un avión, te presentas con tu documentación en regla y en dos días tienes un empleo allá donde vayas. Yo tengo que jugarme la vida metiéndome en una patera junto a la indigencia más absoluta, temiendo que el mar me trague y no vuelva nunca más a ver la luz del sol y encima yendo contra la ley y en el mejor de los casos que me atrapen y me devuelvan a mi ciudad, con toda la humillación que eso conlleva, no sólo ya porque me pueden sacar en los telediarios y todos vean mi pobreza y saquen conclusiones erroneas de mi persona, sino por presentarme de nuevo en mi casa delante de los míos con la cabeza baja porque una vez más me salieron mal las cosas. Es muy diferente a ti, que cuando regresas a tu hogar les llevas a cada uno de ellos un obsequio. Yo únicamente la decepción en mi mirada y en mis lágrimas y sufrir el tormento de que mis hijos metan sus manitas en todos mis bolsillos y no hallen ni un mísero caramelo, ni una moneda ni nada.
    Cuando teníamos nuestras épocas de lluvia y teníamos en abundancia, siempre hemos compartido todo con nuestros amigos, pero la sequía hizo que la gente se desperdigase buscando fortuna y mejores tiempos y ahora vivimos solos, las casas de nuestros vecinos están arruinadas por los vientos y el sol abrasador y todo es un yermo desolado. Y para más horror, tenemos que dormirnos cada noche con el miedo atroz de que alguna fiera se meta en nuestro hogar y nos devore. Cada noche duermo con un machete a mi lado para asegurarme de que mi familia estará a salvo.
    Yo no te pido de lo que te hace falta, sino de lo que te sobra. El dinero que puedas guardar en un banco sin sacarlo en años, puede salvar a mi familia, puede hacer que yo pueda establecerme por mi cuenta y sacar adelante mi casa. Estoy seguro que las cosas me van a ir bien y podré reunir tu dinero para devolvértelo. Por favor, vecino, que sólo nos separa un trozo de mar, que desde tu continente puedes ver el mío, incluso a mí saludándote con  un pañuelo y con la sonrisa más abierta que jamás he dado a nadie.
    Que a ti te puede pasar lo mismo, que no estamos libres del suceso imprevisto, y que te gustaría saber que yo existo para ayudarte. No oyes el llanto de mi mujer, desesperada por la pena, al ver a nuestros hijos lacios y desnutridos, ni oyes la respiración de mis hijos cada vez más apagada, ni me oyes a mí, que enloquezco y me tengo que salir para no asustarles cuando me abofeteo mi propia cara y caigo de rodillas mirando al cielo, sin hallar palabra alguna que exclamar. No quiero que mis hijos hayan nacido sólo para experimentar amargura en sus corazones. Quiero seguir teniendo esperanza y necesito que los míos sigan creyendo en mí, que voy a sacarles de todo esto. Quiero que se vean en una casa digna, saludables, felices, que puedan ir al colegio a aprender las distintas materias que los convierta en hombres y mujeres de pasos certeros y rectos, que también gocen de la oportunidad que tienen tus hijos de deleitarse con las obras maestras de los mejores artistas en una mañana de museos, o que se les engrandezcan sus corazones con una sinfonía en vivo en una tarde de concierto. Quiero seguir mostrándoles que la Vida no sólo tiene lo único que ellos conocen de ella, que también existe una vida de fantasía e ilusiones, de disfrute, de amabilidad…
    Meto este mensaje en una botella y si algún día me lees, acude a mí y ayúdame, por favor. Estaré esperándote en la otra orilla con las manos abiertas y con mis brazos ávidos de tenerte. Ese día caeré, las energías que me obligaba tener para esperarte se me irán y tendrás que ayudarme para mostrarte toda la miseria que me tiene aún con vida. Te pido que no permitas que desfallezca en el último minuto, que no me vean los míos sin más argumentos, que me sigan viendo como el dador de ilusiones que siempre fui y que mi mujer me dé un beso en los labios y vuelva a ver su maravillosa sonrisa, grande, abierta y preciosa.

Fuengirola, 22 de agosto de 2011.

No hay comentarios: