domingo, 13 de marzo de 2011

CITAS

81.-La primera mitad de nuestra vida nos la pasamos callándonos a todo y la otra mitad nos la pasamos no callándonos a nada.

82.-No porque alguien tenga una posición "más alta" que la nuestra tiene derecho a decirnos lo que le  venga en gana y sentirnos obligados a callarnos. No, precisamente porque tenemos la lengua en el mismo sitio que esa persona.

83.-No existen millones suficientes en la banca internacional para etiquetar a una persona como de más calidad que otra que vive por ejemplo debajo de un puente. Aquí venimos sin nada y nos vamos igual. Nos pudrimos de igual manera en el cementerio. (Inspirado en La Biblia)

84.-Los ricos sienten más pena de morirse porque ninguna de sus posesiones las pueden disfrutar en ese sueño profundo; en el cementerio son iguales que el resto de los enterrados, por mucho mármol y estatuas que le pongan a sus tumbas.

85.-Me hace mucha gracia que alguien que comete una maldad contra su semejante, se sorprenda luego cuando la cometen contra él. Pretenden hacer de las suyas y salir sin un rasguño en el intento. Esa mala actitud siempre tiene el efecto boomerang.

86.-No todos los ricos son malos, ni todos los pobres son buenos. La mala o buena condición de cada persona está en nosotros independientemente de lo que tengamos en nuestra cuenta bancaria.

viernes, 11 de marzo de 2011

SI TÚ FUERAS...


Si tú fueras el mar…
te nadaría,
exploraría tus entrañas,
galoparía
en caballitos dorados
para buscar tu sonrisa.

Si fueras noche oscura…
te alumbraría
con el candil de mis besos
y tus tinieblas relucirían.

Si tú fueras monte
me acostaría
en tu hierba y me dormiría
y soñaría
con tu fragancia
de tomillo en flor.
Y desearía
despertar en tus laderas
al despuntar el día.

Si tú fueras el eco
no pararía
de decir tu nombre.
Contestarías
con tu acento enamorado
y repetirías
con el mío en tus labios.

Si tú fueras fuego
me quemaría
en tus candelas.
Me abrasaría.
Y en las lenguas de tus llamas
dibujaría
tu corazón y el mío.

Eso haría yo.
Eso haría.

Fuengirola, 11 de marzo de 2011.

viernes, 4 de marzo de 2011

CON TODAS ESTAS COSAS...


Los torrentes que quedan de las lluvias invernales…
La fragancia del mar a la caída de la tarde…
El instante en que oigo la anhelada voz del ser amado…
Cuando me parece que no me cabe más felicidad con un “te amo”…
Su mano que busca la mía y la halla asombrada y dócil…
El estar a punto de llegar a casa sabiendo que me espera…
Mirar el reloj y descubrir que su tren ya llegó…
La excitación por saber qué sorpresa me ha preparado esta vez…
Su sonrisa, tan inspiradora siempre…
El olor del café de la mañana…
El silencio absoluto de la noche…
La luna cuando sale del mar en su plenilunio de agosto…
Nadar por la noche en la playa mientras miro las estrellas…
Cobijarme dentro del edredón en las noches de frío…
Beber con ansia un vaso de agua fresca cuando la sed me debilita…
Un ramito de violetas que alguien me regaló, sabiendo que eso no se volverá a repetir…
Una palabra nunca pronunciada y que durante tanto tiempo esperé oír…
Lograr alguna vez una de las metas que me he puesto…
Escribir un poema a alguien apreciativo…
Que la persona que amo me bese inesperadamente…
Recibir la noticia de que alguien conocido se recuperó de su enfermedad…
Saber que algún amigo se nos enamoró y que no hay quien le pille…
Pero que cuando se le aplaca el hechizo inicial se acuerda de llamarme para contármelo todo…
Un té recién hecho en un rincón entre la luz de unas velas…
El aroma de un bizcocho cociéndose en el horno…
Mirar atrás y comprobar que no he dejado sucio mi camino…
Sentir que mi juventud la sembré en una buena tierra…
Estar convencido de que la paz es el punto final de mis decisiones…
Saber -por otros- que el rencor es una gran pérdida de tiempo, no por mi propia experiencia…
Sentirme afortunado teniendo lo necesario…
El momento de despertarme, porque de repente el amor hace que mi corazón salte...
Cuando cada noche, en la oscuridad de mi cuarto, acudo a la cita que tengo con Dios…

Con todas estas cosas soy el hombre más feliz de la Tierra.

Fuengirola, 4 de marzo de 2011

miércoles, 2 de marzo de 2011

LA AUTOINCULPACIÓN

    Los desechos de una vida siempre vuelven, despiertan cuando menos lo esperamos. Ahí están agarrados a nuestras vísceras, como si haciendo eso nos tuvieran en sus garras, como si tuvieran ya decidido destrozarnos las entrañas si no caemos desesperados y atormentados. Ellos no quieren nuestra sonrisa y nuestro olvido, ellos quieren machacarnos, pisotearnos como una colilla medio humeante tirada en el suelo. A veces se topan con la rebeldía de algunos que no les importa el dolor físico y dan la espalda a los tormentos agazapados que aspiran a estar siempre resucitando en el momento menos esperado.
    Nuestras conciencias están ahí inherentes en nosotros, no nos hace falta ningún recordatorio adicional, ni ningún torturador particular. Los recuerdos fluyen suavemente, como cuando comienza a despuntar el alba y sin darnos cuenta la última estrella se apaga del cielo y nos encontramos con un sol radiante y vivo. Entonces es cuando debemos decidir recordar el dolor para pasar un día gris o negro o paliar nuestro temor con los recuerdos que nos da la vida, los que vivimos ayer que tanto nos hizo reir, que nos hizo llorar de felicidad.
    Atrincheramos en lo más recóndito de nuestro ser todo aquello que nos hace desfallecer, porque el dolor nos espanta, a veces deseamos un trasplante de cerebro, cerrar los ojos y que al abrirlos de nuevo seamos una nueva persona, pero luego caemos en la gente que nos quiere, en la gente que amamos y desechamos esa idea absurda. El amor todo lo destila, es como un árbol que hace que su fruto tenga agua pura.
    La noche es abominable para los atormentados, dibuja en la pared del dormitorio todo aquello que deseamos olvidar y lo vemos como si estuviésemos viendo una película en todd-ao, para que nos enteremos de lo que vale un peine. A ella nada le importa nuestro descanso y que a la mañana siguiente temamos abrir los ojos de nuevo por temor que en las paredes aún estén proyectadas nuestras lágrimas. Pero un día se nos cayó la venda que nuestra culpa nos puso. Cayó en nuestras manos el Libro de los libros y lo abrimos, y sin pasar una sola página allí estaba como brillando más que ningún otro versículo. Allí estaba como grabado a fuego, con letras de oro, que nosotros no somos nadie para juzgarnos a nosotros mismos, porque nos convertiríamos en el más injusto de los jueces, en el más inquisidor y tirano, que ya existe un Juez vestido de Él mismo, que es amor, sin necesidad de togas negras inspiradoras de temor y Su único birrete es la justicia. Sus manos no contienen mazos ni puños cerrados, sino comprensión y delicadeza. El Anciano de Días, como lo describió el profeta Daniel en la visión que tuvo, sentado en Su trono de juicio. Él es el Único que puede portar nuestras culpas, porque nos conoce desde que éramos embriones dentro de nuestra madre y sabe qué contiene nuestros corazones. Sabe a la perfección cómo atacar a la plaga inmisericorde que agota nuestros corazones.
    Podemos curarnos de nosotros mismos, nuestras uñas dejarán de clavarse en nuestro pecho y nuestros dientes ya no morderán más nuestros labios. Nosotros mismos somos nuestra enfermedad cuando insistimos que una culpa debe clavarse como cristales rotos en nuestra paz.
    No venimos a la vida con  una moviola debajo del brazo y no es posible borrar lo vivído, lo adverso de nuestros actos, pero sí existe algo llamado perdón.  Si acudimos a Él cuando lo necesitemos dejaremos de juzgarnos a nosotros mismos. El Dios Feliz se llama a sí mismo así. Seamos felices. Si nos asemejamos a Él en Sus cualidades y llevamos las lágrimas de nuestra autoacusación al pañuelo de Su comprensión lo vamos a lograr.
    Entonces nuestras noches nos recogerá en sus alas, nos narcotizará suavemente y soñaremos con el amor, con toda una vida llena y cuando despertemos veremos nuestras ventanas abiertas y nuestro cuerpo sentirá el frescor de la mañana.

    Fuengirola, 02 de marzo de 2011