martes, 12 de octubre de 2010

...Y ME ACORDÉ DE DIOS


Una mañana recibí tu ráfaga errante.
Aún el Sol no había apagado
tu celeste hermosura.
Allí en lo alto,
más alto que la montaña más alta
te ví prisionero en tu órbita,
en tus milenarias estelas azules.
Hoy, cuando mueres en mis ojos
te digo adiós
con los labios abiertos y listos
para darte la bienvenida
cuando regreses de nuevo.
Entonces mis ojos
no tendrán obstáculo alguno para verte,
para recrearse en ti,
para escribirte versos en la madrugada.
Hoy te marchas,
pero prometiste volver.
No te atrevas a quedar exhausto.
Sigue vivo, ardiendo, viajando,
llevando tu desesperada inquietud
por recónditos caminos,
por el Cosmos de velos negros
y apiñadas nebulosas.
Cada madrugada
mis labios bocetaba una sonrisa
y la helada brisa del mar
me dejaba estático
y todo por ti.
Mis pies
me llevaban a ti cada noche
y cuando conseguía verte de nuevo,
mis ojos se encendían
y mi boca se llenaba de oraciones
porque seguías vivo,
radiante y etéreo,
lejano y visible al mismo tiempo
y me acordé de Dios.

Fuengirola, 2 de abril de 1997

(Día en que se esperaba que iba a dejar de verse el cometa Hale-Boop, pero se divisó una vez más en la madrugada siguiente).

 

No hay comentarios: