miércoles, 13 de octubre de 2010

UNA RAMITA DE TOMILLO

    Érase una vez –porque así empiezan todos los cuentos- un matrimonio de ruiseñores que en su primera primavera de casados tuvieron a un precioso ruiseñor. La ruiseñora lo cuidaba con esmero y su esposo siempre estaba volando de campiña en campiña para llevar el alimento necesario a su ruiseñora y a su hijito.
    Tenían tanto miedo de que le ocurriese algo a su polluelo que un día se le ocurrió a la ruiseñora ponerle una cuerda resistente alrededor del cuello, pero a la vez, suave, lo suficientemente largo como para que el muchachote sintiese una cierta libertad, pero al mismo tiempo, ella pudiera controlarlo siempre sin miedo. Así que el otro extremo de la cuerda la ató con numerosas vueltas al árbol donde vivían. De esa manera, el joven ruiseñor pasó su infancia y su juventud, aprendiendo artes muy prácticas como hacer nidos y casas especiales hechas con ramas secas. Se hizo todo un experto. Tan ocupado estaba en sus labores que nunca había tenido tiempo para el amor.
    Los ruiseñores habían tenido más hijos, pero éstos fueron creciendo y marchándose de casa. Sólo el primer hijo continuaba allí con ellos, pues se les olvidó quitarla la cuerda del cuello.
    Una tarde, cuando el sol ya se había escondido entre las montañas y el campo comenzaba a trasminar esas fragancias de las flores que dan su aroma sólo por las noches, una hermosa jilguero de colorido plumaje llegó volando hasta donde estaba el ya maduro ruiseñor. Él continuaba tejiendo y tejiendo un nido para una hermana que acababa de casarse. Al verla se enamoró de ella. Era la primera vez que sintió algo así en su corazón. A la jilguero le ocurrió lo mismo. Había tenido unos cuantos admiradores, pero ella se quedó muy impresionada por el ruiseñor y también se enamoró de él. Así que quedaron en verse a la tarde siguiente, pues ella vivía a sólo quince encinas más hacia el Este.
    Llegó la hora de la cita y el ruiseñor salió volando con una rama de tomillo en flor para regalárselo a su enamorada. De pronto, un brusco dolor le atenazó el cuello y cayó de bruces sobre un charco. Allí, todo mojado y sucio de barro, se dio cuenta que la cuerda que llevaba siempre atada fue la causante de aquel accidente. Hasta entonces nunca imaginó que aquella cuerda le obligaba a estar cautivo en su propia casa.
    Cuando llegó a casa explicó lo ocurrido a su madre, pero ésta, ante el miedo de que su hijo se marchara para siempre y la dejara sola con su esposo en su vejez, se enfadó con él y hasta le dejó de hablar para que se sintiera culpable, y de esa manera se le quitara de la cabeza volar más allá de lo que ella le había permitido. Ella no estaba dispuesta a que su hijo tuviera su propia vida y se desarrollara como él desease. Ella quería tenerlo siempre allí con ella, a costa de la felicidad de él. Hasta su padre empezó a quejarse de un fuerte dolor de una de sus patas y sus hermanos casados le recriminaron que la enfermedad de su padre empeoró por culpa de él, que era un egoísta y no pensaba en que los padres estaban ya mayores. Aquello le causó tanta tristeza al ruiseñor, que estuve muchos días muy enfermo, incluso tuvo que venir el médico a atenderle en muchas ocasiones.
    Pasaron los años y el maduro ruiseñor jamás olvidó a aquella hermosa jilguero que tanto amaba, y su corazón siempre estuvo triste, incluso sus ojos jamás volvieron a brillar de alegría.
    Sus padres murieron y él se quedó solo y allí, atado a aquel árbol con ese cordel que le puso su madre, continuó hasta que se enteró de que aquella hermosa jilguero que tanto amaba, jamás se pudo enamorar de ningún otro pájaro. Los hermosos colores de sus plumas desaparecieron y siempre estuvo triste y llorosa esperando que cualquier tarde él apareciese. Una mañana se la encontraron muerta sobre una hoja. Aquello entristeció tanto al ruiseñor que en aquel instante su corazón dejó de latir. Una lágrima de él cayó en la tierra y al momento brotó una pequeña ramita de tomillo que el viento arrancó y llevó hasta la pequeña y austera tumba de su enamorada.

    15 de febrero de 2005

    (Inspirado en hechos reales, hasta en el más mínimo detalle)

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