lunes, 11 de octubre de 2010

A TI...

A ti...
que fuiste voz
cuando el silencio
ensordecía mis oídos...
Que me diste de tu alma
para que yo siguiera vivo...
Que cantaste mil canciones
para el bien de nuestro olvido
y llenaste los rincones
de mis espíritu vacío...

A ti...
que fuiste presencia
en mi lecho dolorido...
Que llenaste con tu aroma
mi corazón abatido
y sacaste de mi boca
mi tequiero reprimido...

A ti, sí, a ti...
que me diste aquel abrazo
cuando me sentí perdido...
el calor de aquella alcoba,
tus caricias, tus latidos...
Tus horas más valiosas
me las diste a mí, amigo.
Tus ausencias y penumbras
en la cumbre del hastío.
Todo eso me ofreciste.
Todo eso hiciste mío.
Y te quiero, te quiero y te quiero
como nunca te he querido.

22 de enero de 2006.

A un corazón precioso lleno de bondad y benignidad.

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