miércoles, 20 de octubre de 2010

SOLEDAD DEL CUERPO PRESENTE

Soledad en mi boca callada.
Soledad en mis ojos cerrados.
Soledad en mi tez demacrada.
Soledad en la sal de mi llanto.
Soledad en mi herida garganta.
Soledad en mi oído y mi tacto.
Soledad en mi puerta cerrada
que yo mismo cerré a cal y canto.
Ay soledad de mi risa,
de la risa que ya me ha dejado.
De la risa de aquel niño de espuma
se hizo el eco un collar de quebrantos.
Soledad de mi alma yacente
en un lecho de desidia y letargo.
Soledad de aquel cuerpo presente
que se fue como el viento de marzo.
Ay soledad de la esquina,
del que espera enamorado.
Ay soledad de la acera
que aún contiene su sombra y sus pasos,
su perfume de cedro y almizcle,
sus canciones de versos tallados
en la tuera de mi pensamiento
y en la raya de mis labios.
Ay soledad de mi casa.
Ay de mi cuerpo cansado,
del gemido sin consuelo,
de mi grito desbocado
que choca como un torrente
contra los muros del patio.
Ay soledad de su muerte,
de su nombre sobre el mármol, 
de la noche, de la lluvia
del ciprés, del verano,
del canto de la oropéndola 
sin tenerla entre mis brazos.

Fuengirola, 1-2 de enero de 2001

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