lunes, 11 de octubre de 2010

ROMANCE DE UN AMOR APÓCRIFO

Tú misma lo puedes ver.
La puerta no está cerrada.
Yo mismo la abrí esta tarde.
Cumple ya con tu amenaza.
Puedes irte cuando quieras.
Véte cuando te plazca
que yo quedaré impasible
lo mismo que las estatuas.
Pero que no se te olvide
el aroma de esta casa.
Imprégnate bien de ella
hasta que quedes saciada,
porque en el mismo momento...
en el instante en que salgas,
yo cerraré a cal y canto 
con toda la fuerza del alma
la puerta con su postigo,
el balcón y las ventanas.
Si quieres marcharte ahora
no lo dejes para mañana.
No te aburras más con mis besos
ni con mis torpes palabras,
ni con mis bromas de niño,
ni con mis tiernas miradas,
ni con ese regalo absurdo
que cada día te daba... 
¡Bah! Si yo no valgo la pena...
Si yo no tengo importancia...
Véte y busca los tequieros
en la alcoba de otra casa,
que yo cerraré mi boca,
que no diré una palabra.
No tengo ningún valor.
Soy mucho menos que nada.
Eso es lo que tú crees
pero estás muy equivocada.
Que soy un hombre, muy hombre
que va con la frente alta
sin tener que avergonzarme
de absolutamente nada. 
Sólo de ti me avergüenzo,
que ya se me olvidaba
decirte que ví con mis ojos
lo que todos comentaban.
Comentarios que nunca creí.
Comentarios que nunca escuchaba.
Allí estábais los dos 
con la culpa en vuestras caras,
con la sombra de lo ilícito
en el aire dibujada.
Y yo como un niño chico
bebiéndome las lágrimas,
como un loco salí corriendo
hasta el final de la plaza.
Y como ves, aquí estoy.
Estabas muy ocupada
para advertir que era tarde
y que en casa te esperaban.
Así que, como estaba aburrido
aquí tienes preparada
tus maletas y tus joyas.
Creo que no falta nada.
Deja la llave en la mesa.
No, no digas nada.
No quiero insultos ni reproches.
No quiero ni una palabra
que enturbie aún más esta pena,
este dolor que me mata.
Así me gusta, que te calles.
Tu silencio te delata.
Ahora trágate tu engaño,
tu desdén y tu arrogancia
y no pises nunca más
las baldosas de esta casa.
De esta casa que ensuciaste,
que dejaste deshonrada
como el oro acrisolado
de nuestras dos alianzas.
La mía la tiré al río
con toda la fuerza inventada,
con toda mi angustia a cuestas,
con toda mi furia y mi rabia.
Con la tuya puedes hacer
lo que a ti te venga en gana,
pero borra antes mi nombre
y la fecha que está grabada,
que no quede ni un recuerdo,
ni una huella, ni nada
que recuerdes que yo existo,
ni siquiera aquel futuro que soñabas.
Déjame tranquilo con el asco
de saberte en casa ajena enamorada.
Tú ensuciaste las primicias de mi vida,
la blancura y el candor de nuestras sábanas, 
el olor que embadurnaba nuestra alcoba
y todas las paredes de esta casa.
No quiero verte más, déjame solo
con toda esta basura a mis espaldas.
Quiero que me sorprenda la Luna
y limpie con su luz todas mis lágrimas.

Fuengirola-Málaga, 6 de octubre de 2001

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