lunes, 11 de octubre de 2010

RESURRECCIÓN

Yo siento una pena inmensa
cuando vienes a mi encuentro
con tu voz y tu mirada
y no escuchas mis lamentos,
lamentos que se reprimen
en el mar de mis adentros
al saberte que la vida
ya no ocasiona tu aliento.
Tu sin vida me mató.
Desde entonces estoy muerto.
Y sólo mi corazón,
-este que late en mi pecho-
me sigue trayendo tu risa,
la cual guardo en mi recuerdo.
Oh, lentitud de los años.
Oh, la tristeza de este invierno
que insiste en quedarse dormido
en estos ojos de duelo.
Si tú pudieras sentir
cada espina de estos versos
y continuaras amándome
como te sigo queriendo...
Cuando despiertes ese día
de tu largo y triste sueño
y salgas como una rosa
de la prisión de tu féretro
y vuelvas a recordarme
y pronuncies mi nombre de nuevo...
yo estaré, si Dios lo quiere,
esperando tu regreso
con mis manos llenas de flores
como aquel primer encuentro.
Te contaré de mi vida,
de lo que te eché de menos,
de aquellos años sin nadie,
de mi boca sin tus besos,
de este corazón dormido
pero que continuaba lleno
del amor que te tenía,
del amor que aún te tengo.
Te diré, cariño mío,
que nadie suplió tu puesto,
que guardé como un tesoro
las primicias de mi huerto
a la espera de aquel alba,
de la fe de tu regreso.
Cuando tú escuches la voz
de nuestro Amado Padre Eterno...
Cuando de nuevo sientas el Sol
acariciando tu cuerpo
y de nuevo sientas la vida
en el canal de tu aliento...
yo te daré la mano
y juntos, por los senderos
cantaremos de alegría
cánticos, mirando al cielo. 
Mientras tanto,
yo seguiré lamiendo
las heridas de tu ausencia
y el dolor de este momento
y bebiendo de la Verdad
para no seguir muriendo,
y presentarme ante ti,
vestido de sol y viento.

Fuengirola-Málaga, 2 de marzo de 2002.

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