martes, 12 de octubre de 2010

NANA A UNOS BRAZOS VACÍOS

Ea mi niño.
Mécete en mis brazos.
Huele mi cariño
fusionado a mi regazo.
En mi pecho herido
sécate tu llanto
y duerme complacido
en el panal de mi canto.
Cuando seas mi hijo,
ese hijo a quien ya amo,
saltaré de regocijo
hasta el risco más alto.
Y cuando ya no queden hojas
en mi otoño marchitado,
sembraré miles de flores
sobre tu cuerpo formado
con mis claveles y jazmines
por tanto tiempo guardados.
Ese día mirarán mis ojos
haca el Dios que tanto alabo
y en mi voz que hoy te aclama
con oscuro desencanto,
manará el gozo de un padre
entre címbalos y salmos.

Mis brazos están vacíos
como un yermo desolado.
Sin darse cuenta te acunan
en utópicos abrazos.
Aún no sé quién es tu madre
-si es que la tendrás acaso-
Por ser tu sangre, la quiero.
Por ser su hijo, te amo.
Entre opacas nebulosas
voy buscando sus manos
para poner sobre ellas
mi corazón arrancado.
Y en mi mente se dibuja
el azul del cielo raso
de unos ojos que me miran,
de unos ojos que yo llamo.
¿Podré tenerte algún día,
hijo mío, entre mis brazos?
¿Podré tatuar mis besos
en tus bracitos de nardo?
¿Podrá mi sangre ofrecerte
lo que sus pechos te han dado?
Mis ojos se desvanecen.
Mi voz ya se ha quebrado.
El frío de no tenerte
ha congelado tu barro.
¿Dóndes estás, que no te veo?
Dónde estás, que no te hallo?
Quiero moldear tu alma,
tenerte siempre a mi lado,
contarte cuentos de noche,
sentir tu aliento cansado,
secar tu sudor nocturno
con la brisa de mis labios...

Pero, ¿qué digo, Dios mío?
¡Si solo hablo a unos brazos...
a unos brazos vacíos de nanas...
a unos brazos que no le han tocado...
que no han sido el lecho del niño
que por tanto tiempo he buscado...!
Tan solo se mecen vacíos
como el columpio de un niño
que se ha marchado.
27-28 de diciembre de 1992.

No hay comentarios: