lunes, 11 de octubre de 2010

MANZANAS DE ORO

Eres la respuesta a mi oración,
la montaña sin eco que esperaba,
el oído de mi dicha entristecida
y la mano que a mi pena acariciaba.
Tu precursas, desde cerca, mis caminos.
No sospechas que eres miel para mis llagas.
Tu verbo me hace ver que eres mi amigo
deshiriendo, con tu voz, mi voz ajada.
Tú reanimas la calina de mis ojos,
mi alegría por mi duelo maltratada.
Tu presencia ha quemado mis rastrojos
y en mis venas fluye sangre acrisolada.
Tus palabras angostaron mi indigencia
y mi alma fue a la tuya fusionada.
Resultaron en manzanas de oro puro
engarzadas, sutilmente, sobre plata.*
Detonaste los glaciares de mis pasos
y hoy galopan por veredas incendiadas.
Ya el hastío no me pasa sus facturas
ni mi alma se me torna ensangrentada.
Tú afrutaste la acritud de mis proverbios
y aplacaste mi canción desesperada.
Asedando mis enconos polvorientos
mitigaste mi dolor de carne hollada.
Yo quisiera acumular tu amor fraterno
en la parte más oculta de mi alma
y ofrecerte mis pañuelos y mi hombro
y que quede la balanza nivelada.

*Proverbios 25:11.

Fuengirola, 21-22 de marzo de 1994.

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