jueves, 28 de octubre de 2010

LAS ALAS DE LA VIDA

    Y ahora os voy a poner una historia que escuché una noche en la radio por su propia protagonista, aunque yo he cambiado muchas cosas, pero en esencia esta narración es auténtica. Espero que os guste, a mí me agradó el que esta persona decidiera no hundirse, sino que se pusiera a proyectar cosas que iban a beneficiar a todos y por supuesto, a ella también.


    Pilar estaba aquella mañana deslumbrante. Lo primero que hizo fue darse una estimulante ducha caliente, hacerse una minuciosa limpieza de cutis y desayunar un buen café con unas tostadas.

    Abrió el ropero, sacó las dos maletas más grandes que encontró y echó en ellas la ropa más reciente y un montón de pares de zapatos. Abrió la puerta del secreter de su dormitorio y sacó tres sobres. Los fue mirando uno a uno. Quiso ver de nuevo los nombres de sus tres hijos escritos por su propio puño y letra. Decidió olvidarse un momento de las maletas que dejó sobre su cama y se fue al salón. Se sentó en su butaca de siempre que estaba junto a la terraza y abrió uno de los sobres y comenzó a leerlo:

    "Querida Laura, hija mía. Te escribo esta carta para decirte algo que nunca te había dicho, pero es mi obligación hacerlo y sin más pérdida de tiempo. Gracias. Gracias por ser una hija tan buena, tan llena de detalles, siempre tan atenta conmigo. Gracias por ser mis pies y mis manos cuando ocurrió lo de papá. Sin tu ayuda me hubiera sido imposible atender a tus hermanos además de trabajar. Fuiste la víctima, pues tuviste que dejar el instituto para poder atender la casa. Pero bueno, tampoco te fueron mal las cosas, gracias a Dios. Los fines de semana yo los tenía libres y tenías la oportunidad de seguir saliendo con tus amigas. En uno de aquellos domingos conociste a Fernando y pudiste recogerte en tu propia casa con un hombre que siempre te ha querido.

    Quiero decirte, Laura, que yo aún me encuentro muy joven, en realidad lo soy, pues sólo tengo cincuenta y dos años y no puedo más con esta soledad que me entristece tanto, sobre todo cuando llega la noche y me veo aquí sola. Sí, es cierto que me has dicho más de una vez que cierre esta casa y me vaya con vosotros, pero siento que esa no es la solución. Mi única sensación es que me he dejado atrás muchas vivencias, pero que aún el tiempo es propicio para que eso no siga ocurriendo. Con esto no quiero decirte que me siento amargada por haber dedicado demasiado tiempo a mis hijos, ni mucho menos, lo he hecho con mucho gusto y con mucho amor y lo haría mil veces si fuese necesario, pero sí estoy arrepentida de algo que hice inconscientemente: no haber dedicado tiempo también para mí. Cuando murió tu padre me refugié en vosotros, nadie más contaba, así que fui dando largas a mis amigas de siempre y éstas, por mucho que insistían en que siguiese saliendo, lo cierto es que llegaron a cansarse y poco a poco el teléfono dejó de sonar. 
    Yo os agradezco a ti y a Fernando la amabilidad de invitarme a vuestro hogar, pero no, es mejor que yo me construya una vida nueva. Me siento tan bien, tan llena de vida, que siento muy dentro de mí que lo que necesito es ser amada como mujer. Me da un poco de apuro confesarte esto, pero no demasiado, pues siempre hemos hablado libremente de nuestras cosas. Sé que me comprendes y que cuento con tu aprobación.

    He decidido marcharme de la ciudad por un período indefinido. Pero no creas que me voy a perder y que vas a tener que poner un anuncio para encontrarme, de eso nada. Seguiremos en contacto. Cuando esté instalada te llamaré. Me voy a Barcelona. Ayer mismo logré vender el piso, por lo pronto me voy a un hotel y en unos días espero encontrar un apartamento que me guste. Eso sí, con vistas al mar. Los muebles también los vendí. Sólo me llevo las fotografías, la ropa y algunos recuerdos. A los nuevos dueños le dí una lista de algunas cosas que os tienen que entregar. Quiero que tú conserves el collar de perlas de la abuela y el cofre de ébano con los sellos de papá; si estás llorando, por favor, hija, hazlo porque sabes que soy feliz. Lo soy y mucho. No sé cómo será mi futuro, pero me divierte mucho descubrirlo por mí misma. No quiero permitir que siga acondicionado a nada, sino a lo que la vida y las circunstancias me quieran deparar.

    Te doy un beso muy fuerte, tan fuerte que lo puedas repartir tanto a   Fernando como a la pequeña Marina.

Mamá".

    Después de quitarse una lágrima que estaba comenzando a fluir, Pilar volvió a doblar la carta y la introdujo en su sobre y lo cerró. Volvió al sobre siguiente. Éste iba dirigido a Rosabel, su segunda hija.

    "Mi niña, mi muy querida niña. Te quiero escribir estas letras para decirte, como a tus hermanos, que te quiero mucho y que estoy muy agradecida a Dios por haberme concedido a unos hijos tan maravillosos. Tú has sido siempre una niña muy responsable y muy enemiga de que yo pasase alguna contrariedad. Siempre estuviste consciente de lo duro que era para tu hermana y para mí el estar solas para llevar la casa y cuidaros a ti y a tu hermano, por lo que siempre colaborabas con nosotras en fregar los platos y en hacer los mandados. Qué poco te quejabas. Siempre fuiste una niña con un espíritu de sacrificio muy desarrollado, algo inusual a tan tierna edad, pero a veces las vicisitudes hacen que las personas maduren antes de la cuenta y tú fuiste una de ellas.

    No te asustes por esta carta. No me voy a suicidar ni nada parecido. Quiero que estés tranquila. Lo único que ocurre es que me voy a marchar de casa, pero nunca vamos a dejar de estar en contacto.

    He decidido tirar hacia Cataluña. Necesito vivir en una gran ciudad, rehacer mi vida, conocer a nueva gente, que nadie me diga lo que tengo que hacer, ser yo misma y no lo que los demás quieran que sea. Creo que no pido demasiado, ¿no crees?

    Te estoy muy agradecida por contar siempre conmigo cuando salías con tus amigas. Quiero que les transmitas también a ellas las gracias por no aburrirse conmigo y no darles apuro de salir con una carrocilla. La mayoría de las veces te decía que no, porque a mí sí me daba apuro que me viesen con unas crías, no porque me avergonzara de vosotras, no, sino para que nadie pensase que yo era una tipa de esas que se desmelenan a las primeras de cambio y que me consideraba igual de joven que vosotras. No sé si me comprendes, pero yo sé por donde voy.

    Cuando te marchaste de casa hace dos años ya, sentí mucho tu ausencia, pero comprendí que era necesario, pues la Facultad te pillaba muy lejos de casa y era más práctico adquirir un piso entre varias compañeras. Eso fue lo que me tranquilizó, que no ibas a estar sola, y que además yo conocía bien a las amigas que iban a compartir la vivienda contigo.
  
    Quizás seas muy joven para poder comprenderme del todo, pero estoy segura de que algún día lo harás y si hoy me censuras algo, verás cómo lograrás entender que tengo razón y me perdonarás. Si no lo haces, me sentiré muy triste, porque tu opinión es muy importante para mí, de hecho, he decidido todo esto porque intuyo que lo vas a comprender y que serás muy feliz al sentirme a mí igual.

    Sé que con esta decisión voy a lograr desplegar las alas que por tanto tiempo tuve pegadas al lomo, que voy a respirar, que voy a vivir, que voy a encontrarme a mí misma, a esa casi desconocida llamada Pilar, y que seré muy dichosa cuando piense en vosotros, en el orgullo de mi vida, en que, al fin y al cabo, algo maravilloso sí me ocurrió: conocer a vuestro magnífico padre y que me dejara por herencia a unas personas no menos maravillosas.

    Pronto te llamaré y verás qué pisito tan coqueto voy a poner. Estoy que no quepo en mí de entusiasmo.

    Al nuevo dueño le dí instrucciones de darte mi sortija de casada y la máquina de escribir de papá. Sé que siempre le tuviste mucho cariño, porque en ella papá te enseñó mecanografía.

    Todos los besos que me diste con tanto amor, hoy te los devuelvo con más amor aún si cabe. Te quiero, mi cosita preciosa.

    Mamá".

    Cuando Pilar terminó la lectura de aquella carta, dio un profundo suspiro y sus labios se estiraron en una amplia sonrisa. Después de guardar la carta en el sobre y pegarlo, fue a por la última.

    "Mi querido Javier, estas palabras que vas a leer a continuación, son para que comprendas lo que voy a hacer. Este último año ha sido el más duro de mi vida. Cuando tuviste que irte de casa para estudiar, la casa se me vino encima. Nunca antes estuve tan sola. Incluso hasta llegué a descuidar mi aspecto, yo, que siempre me gustaba tanto arreglarme, y todo era porque me sentía hastiada, abandonada, terriblemente perdida. Yo quería seguir siendo la matriarca, la que siempre luchó para que no os faltase de nada, pero, inevitablemente los años van ocurriendo en la vida de cada uno de nosotros y las cosas cambian. A nadie culpo, sólo yo tengo la culpa de haber llegado a aquel extremo tan amargo. nunca debí encerrarme tanto, ni tan siquiera por vosotros. Debí educaros pero siempre conservando mi propia identidad, mi tiempo, mi espacio, pero soy de otra generación y he tardado un poco en comprenderlo. Menos mal que lo he hecho a tiempo, pues aún soy joven -muy joven, diría yo- y sé que mi sitio no es este. Mi lugar está muy lejos de aquí, junto al mar, junto a lo que siempre amé, no que me he pasado toda la vida viviendo entre olivos tierra adentro, encerrada entre montañas y cerros. Ardía en deseos de que mis espacios terminaran en el mar y eso es lo que he decidido que ocurra en mi vida. Siempre seréis mis hijos y siempre os querré, de hecho estaréis en el lugar más especial de mi corazón y ese lugar nunca será reemplazado por alguien que quizás apareciese en mi vida. Si eso ocurriera, estoy decidida a corresponder a esa persona si me hiciese feliz, pero vosotros siempre tendréis vuestro sitio en mi corazón y en mis sentimientos. Con esto te quiero decir que he comprendido que tengo que vivir una nueva etapa, pero yo sola, sin la ayuda ni el consejo de nadie. Si me equivoco, quiero sentir que sea yo la culpable por ello al haber tomado una mala decisión, pero si logro dar en la diana, lo mismo, quiero ser yo quien sienta la satisfacción de haber tomado una decisión acertada.

    Espero que sigas siendo tan buen estudiante como hasta ahora y que seas un poco más feliz por saber que yo lo soy también.

    A tus hermanas les he dejado algunos recuerdos personales. Por supuesto, a ti también. Os lo dará el nuevo dueño del piso. A ti te he dejado la alianza de casado de papá y mi colección de discos de los Beatles y de Elvis. Sé que siempre los deseaste. Pues nada, para ti, y te los doy con mucho gusto, porque sé que siempre los cuidarás y que te vas a acordar de mí cada vez que los escuches.

    Un beso grande, grande.

    Mamá".

    Cuando Pilar acabó de releer aquellas cartas sonó el timbre de la puerta. Se trataba del mensajero que contrató para que llevase las tres cartas a sus destinos.

    Luego fue yendo de habitación en habitación. No se dejó ni una. Por su mente fueron pasando secuencias vividas en cada una de ellas durante tantos años. No pudo evitar sentir que algo muy suyo estaba desgarrándose, sus recuerdos, sus vivencias, el olor de su casa, de sus muebles, las risas de sus hijos cuando eran pequeños, la imponente voz de Rafael -su marido- sus caricias, sus besos. Fue besando y abrazando cada habitación, incluso la puerta cuando la cerró. Una vez en el ascensor se sentía aturdida, mareada, con una congoja similar a la que sentía cuando se encerraba sola cada noche en aquella casa. Pero pensó que aquel ya no era el hogar feliz donde tantas cosas ocurrieron en su vida. Aquella casa se había convertido en una sombra de lo que fue y ella ya no encajaba allí. Era una extraña, un alma que lo único que hacía era respirar y llorar.

    Cuando se encontró con aquel sol tan magnífico, dio un suspiro, y sin echar una sola mirada atrás, se perdió entre la multitud de la ciudad con aquellas dos enormes maletas. Estaba segura de que aquel era el principio del resto de su vida.

    Fuengirola, 24/1/2000

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