jueves, 28 de octubre de 2010

LA FUERZA DEL AMOR

    Hoy que no tengo los dedos demasiado engarrotados he decidido escribirte esta carta, querido amigo Máximo.

    Han pasado muchas cosas desde que nos vimos por última vez hace ya como cinco años -desde que te marchaste a Buenos Aires, espero que te vaya bien en el restaurante español que abriste allí-. De mí te contaré que he estado muy fastidiado con mi salud, pues hace como dos años y medio me diagnosticaron esclerosis múltiple, comenzó con la vista, llevaba unas semanas padeciendo de vista borrosa, incluso cuando movía los ojos para mirar lo que tenía a mi lado, sentía dolor, incluso a veces ni veía con uno de mis ojos, pero aquello fue mejorando y sigo viendo normalmente. Pero lo que más me afectó fue a la pérdida de fuerza, la he perdido casi por completo, también a veces muevo involuntariamente los ojos -esto es algo muy molesto, sobre todo cuando hablo con alguien, me siento muy mal, porque creo que la persona ya no está pendiente de lo que digo, sino de esos movimientos, a veces me sacan de quicio y me desespero delante de cualquiera-. Otras veces me veo olvidando cosas, como por ejemplo, los nombres de los amigos, y no sé cómo llamarles cuando estoy conversando con ellos -algo muy embarazoso para mí- y tantas y tantas cosas...

    Por mi cabeza ha pasado de todo, incluso la idea de acabar con todo de una vez, pero me debo a la mucha gente que me quiere, incluso a mí mismo, pues me han enseñado -con su compañía, con su paciencia y con todo el amor que recibo de ellos- que yo también valgo la pena aunque esté enfermo, aunque algunos no lo hayan entendido y haya el abandono de personas que siempre creí que eran amigas mías, como el de mi novia, en quien tanto confiaba, a quien tanto amaba... hoy está casada con un joven sano y fuerte y me dolió, me dolió mucho que su amor fuera tan pobre, porque yo se lo dí absolutamente todo, pero bueno, eso también lo superé. Estoy convencido de que gracias a esta enfermedad he podido descubrir quién es auténtico conmigo y quién no y eso es un privilegio que sólo podemos saber las personas como yo, o que padecen alguna otra enfermedad grave.

    He perdido a muchos amigos, pero, aunque aquello me dolió muchísimo, luego he ido meditando en el asunto y he podido calibrar la calidad de la amistad de esas personas y he podido descubrir que sólo estaban conmigo porque yo era como ellos. Hoy sólo me inspiran lástima -fíjate, en mi situación- porque como personas tienen, en mi escala de valores humanos, el último lugar.

    Hoy sigo pasándolo muy mal, porque esta enfermedad es muy dolorosa y me limita mucho, a penas puedo hacer nada sin ayuda, pero soy feliz. Tú sabes que yo siempre fui muy religioso, pero esta enfermedad no pudo con mi fe, he podido descubrir también que mi amor a Dios ha crecido aún más. Muchos amigos que he conocido en el hospital con la misma enfermedad y que seguimos coincidiendo cuando nos siguen haciendo las revisiones, piensan distinto a mí, pue le echan la culpa a Dios de sus dolencias, pero yo nunca haría eso. He podido averiguar a través de Su Palabra escrita, que Él sólo lo está permitiendo por un corto período de tiempo, pero que tiene en su mente y corazón quitar todas las enfermedades de la humanidad, como viene en el libro de Isaías, en el capítulo 35 y en otros pasajes bíblicos. Él tiene establecido un día futuro, un día que ninguno de nosotros tiene derecho a adelantar. Él sabe méjor que nadie cuándo debe ser y nosotros tenemos el deber de esperar, ser pa-cientes, y seguir confianzdo en Él. Eso ha llenado y sigue llenando mis días, cada hora del reloj, cada minuto, y a pesar de todo, soy dichoso. Sí, soy un ser muy limitado, pero aún tengo algunos sentidos medio bien, que me siguen permitiendo disfrutar de cosas tan sublimes como el escuchar una sinfonía maravillosa, de seguir viendo las alamedas llenas de árboles cuando mis verdaderos amigos me sacan a pasear en la silla de ruedas, de sentir el frescor de la brisa cuando me llevan al paseo marítimo... y tantas y tantas cosas.

    Soy un ser que sigue disfrutando de la vida, pero ahora en toda su intensidad, sí, porque a lo poco que puedo acceder, lo vivo con todos mis sentidos, visualizando cada sensación con todas las fuerzas de mi ser y eso me mantiene vivo, lleno de entu-siasmo incluso, porque no es una utopía lo que creo, es nada más y nada menos que la promesa del Ser más Magnífico que existe en el universo.

    A veces me siento tentado a tirar la toalla y yo mismo me aterro de esos pensamientos tan destructivos -pues esto es muy duro, Máximo- pero reacciono, hago de tripas corazón y me obligo a seguir, a continuar en esta cuesta llena de obstáculos que el suceso imprevisto - que no el sino, ni ningún destino inventado por el hombre- me ha ofrecido. Lloro de rabia, de dolor muchas veces, me ahogo en la amargura cuando de noche quedo solo, pero oro a Dios y eso me refresca el espíritu, le hablo como un hijo pudiera hacerlo a un padre amoroso y comprensivo, entonces me calmo, siento cómo mis lágrimas se derraman sobre mis mejillas, pero ya no son de tristeza, sino de dicha, porque estoy seguro que mis lamentos han sido escuchados. Luego, unas horas después, nuevamente sale el Sol y vuelve a embadurnar de luz cada estancia de mi casa, y de nuevo escu-cho el sonido de la cerradura de alguna amiga que viene a prepararme el desayuno -todos mis amigos tienen una llave de casa

para cuando quieran venir a visitarme no haya ningún problema, pues a veces me quedo prácticamente que no me puedo mover- y, aunque no me veo, sé que se ilumina mi cara, por lo menos noto cómo mi semblante se vigoriza y siente la sonrisa que les ofrezco, lleno de gratitud.

    Hoy mis días están más llenos que cuando estaba sano, te lo aseguro, porque vivo cada minuto, lo disfruto, aunque a veces me sienta como en un pozo oscuro, pero luego descubro que éste tiene fondo y entonces tomo impulso y salgo de nuevo a flote. Esto es muy duro, muy duro, pero sólo por los amigos tan maravillosos que he podido cosechar ha valido la pena.

    Bueno, Máximo, pues esto es todo lo que te quería decir, transmitirte que la fuerza del amor que sienten por mí y que siento por los que sé que me aprecian de verdad, es el que me mantiene con los ánimos suficientes para seguir adelante. Sé que tú debes ignorarlo si no, ya te hubieras puesto en contacto conmigo. Recibe un abrazo inmenso de tu amigo que no te ha olvidado, Julio.

    Fuengirola-Málaga, 24-25 de noviembre de 2001.

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