La tarde se vistió
de violetas y rosas.
El primer planeta
luce desafiante
casi besando al horizonte.
La calle de las jacarandas,
con sus farolas de luz amarilla,
es paseada por la gente
en esta tarde limpia y fresca.
La brisa breve que refresca mi cara
me trae la fragancia
del azahar de la plaza
y de la primavera.
La luna de Nisán
va muriendo.
Ya dejó su esplendor,
su redondez enorme,
su pálido resplandor
sobre las olas de poniente.
Ya es de noche.
Las violetas y las rosas
se convirtieron
en incontables lumbreras celestes
y mi corazón
en la anhelante mañana
del día siguiente.
Fuengirola, 9 de abril de 1999
de violetas y rosas.
El primer planeta
luce desafiante
casi besando al horizonte.
La calle de las jacarandas,
con sus farolas de luz amarilla,
es paseada por la gente
en esta tarde limpia y fresca.
La brisa breve que refresca mi cara
me trae la fragancia
del azahar de la plaza
y de la primavera.
La luna de Nisán
va muriendo.
Ya dejó su esplendor,
su redondez enorme,
su pálido resplandor
sobre las olas de poniente.
Ya es de noche.
Las violetas y las rosas
se convirtieron
en incontables lumbreras celestes
y mi corazón
en la anhelante mañana
del día siguiente.
Fuengirola, 9 de abril de 1999
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