martes, 12 de octubre de 2010

EL CONOCIMIENTO

     Al adquirir uno conocimiento, sabiduría, cultura... uno contrae inherentemente el compromiso moral de ser mejor persona.
     Al enriquecerse uno de algo tan sublime como es el saber, debe surtir un efecto positivo y evidente en los demás y en nosotros mismos.
     Si no nos quitamos el impermeable que teníamos puesto antes de que un libro comenzara a despertar-
nos el gusanillo insaciable de la curiosidad, de que aquella primera ópera nos hiciera vibrar, de que aquella sinfonía ennobleciera cada uno de nuestros sentidos, de que aquel viaje nos hiciera sentir un amor nuevo por personas y lugares que nunca olvidaremos... de absolutamente ningún provecho nos será el seguir adqui-riendo conocimiento, pues si no lo digerimos adecuadamente se resbalará de nosotros, se volverá en nuestra contra y nos convertirá en seres altaneros, egotistas y en los principales odiadores del vulgo.
     Si creemos poseer alguna sabiduría adquirida, demostrémoslo siendo humildes, empáticos. Si no es así, seremos los más dignos de lástima, pues estaremos demostrando nuestro esnobismo y que únicamente seguimos tras la cultura para no quedarnos atrás y competir en conocimiento con los que sabemos son más cultos que nosotros, para impresionarlos.
     No acudamos a un libro simplemente para saciar nuestro ego, ni para arrojar a la sima más profunda nuestros complejos con el propósito de engendrar uno de los más denigrantes: el de superioridad.
     Acudamos a la cultura para permanecer con ella, para que nuestra personalidad se vaya puliendo y con el brillo adquirido podamos dar luz a nuestros semejantes, no para dejarla cuando nos plazca y utilizar su enseñanza para vanagloriarnos y convertirnos, cuando nos venga en gana, en la más abomina-
ble de las bestias.

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