lunes, 11 de octubre de 2010

DONDE AHORA NO HAY NADA

Oh, soledad del amigo
que cesó de llamar a mi casa.
Oh, soledad de mi risa
que dormita en el núcleo del alma,
que no advierte el calor de la tarde
ni el asombro sublime del alba.
Oh, soledad del camino,
donde fueron marchando, cansadas,
hasta perderse a lo lejos
las canciones que yo les cantaba.
Yo te bendigo mil veces, soledad,
mientras secas mis lágrimas,
mientras sigues trayendo el olvido
de esa gente que no dieron nada,
que ofrecieron sus sobras tan sólo,
sus miserias, sus pobres migajas,
la bondad escondida en sus manos
y la herida en sus torpes palabras.
Hoy me relamo los labios,
saboreo el salitre en mi cara.
Tú eres mi mar, mi horizonte
y la brisa que apaga la llama
del encono recíproco e inútil
que existió donde ahora no hay nada.

Fuengirola-Málaga, 23 de mayo de 2002.

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