martes, 12 de octubre de 2010

DIOS INMENSO

Tu Nombre se bordó en mi corazón
como luciérnaga integrada en el espacio.
Tu Nombre es la promesa que se cumple,
el Aval que necesitan los cristianos.

Tu Nombre es la ribera que se curva
llenando nuestros ojos de agasajos.
Tu Nombre es lo inmenso, lo intocable,
y a la vez, lo tierno y lo cercano.

¿Cuántas veces te alabará mi boca?
¿Cuántas musitarán mis labios:
"Padre mío, Padre mío",
cuando a solas te esté orando?

¡Cómo siento tu presencia,
tu mano amiga a mi lado!
Cuando ubicas mi camino
eres luz para mis pasos.

Los tesoros escondidos
que tu verbo a mí me ha dado
ha enriquecido mi alma
y enjugó mi antiguo llanto.

Como alondra en la mañana
así despiertas mi ánimo.
Todo yo soy brisa y sol,
agua marina, verano.
Lágrima, cuando te siento,
sonrisa, cuando te alabo
y música maravillosa
cuando te ofrezco mi cántico.

Oh, Padre Celeste y Eterno,
de tu obra Enamorado,
Alfarero Etéreo y Vivo,
Compositor del humano,
clavaste en tu corazón puro
un cuchillo envenenado.
Desgarraste tu alma entera.
El cielo quedó nublado.
La tormenta fue tu gemido,
tus heridas, el relámpago
y la muerte de tu Hijo
lo sublime de tu llanto.

Él derramó su vida
en un madero malvado.
El templo quedó inservible.
Las cortinas se rasgaron
y un ángel sopló, dolido,
las llamas del candelabro.

Como la nieve y la lana,
como el jazmín y el nardo,
se quedó a tus ojos limpios
el alquitrán del pecado.

Tú sanas mi error continuo
con la sangre del Amado.
Jehová, Dios Inmenso:
por todo ello te alabo.

Fuengirola, 20-25 de mayo de 1995

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